El único aliado de Slobodan Milosevic es Boris Yeltsin, quien no puede ofrecerle ayuda económica porque Rusia está en la ruina esperando fondos internacionales, por lo que tampoco puede correr el riesgo de un enfrentamiento militar con la OTAN por una solidaridad con Serbia con más argumentos históricos que otra cosa.

Así que Rusia no ha podido hacer otra cosa en favor de Milosevic que ofrecer ayuda moral que, con lo que está cayendo desde el aire, no sirve absolutamente para nada. Así que Milosevic está comprobando la eficiencia técnica de las armas de la OTAN que actuaron con suma precisión hasta ayer, cuando sus misiles, por error, cayeron en el centro de la ciudad de Aleksinac, provocando la muerte de civiles. Es curioso que sólo después de conocerse este hecho, el presidente serbio lanzase su oferta de tregua unilateral, que comenzaba a las 18.00 horas. Sea como sea, la partida está irremediablemente perdida y Milosevic comienza a ver un final que quiere anticipar para que la derrota sea lo menos traumática posible y que, con suerte, le salve la cabeza como ha sucedido con Sadam Husein en Irak. Los aliados, sin embargo, han seguido su plan rechazando cualquier oferta que no sea firmar los acuerdos de Rambouillet que quedaron sobre la mesa. Todo tiene el aspecto de que Milosevic se debilita al tiempo que las fuerzas aliadas comprueban que sus ataques no solamente causan estragos sobre las fuerzas enemigas sino sobre la moral del propio Milosevic. Puede haber varias salidas a esta situación. Una de ellas es que se llegue hasta el final y se acabe con el régimen de Milosevic por la vía de la victoria militar o la capitulación total. Otra, que se debe medir prudentemente, es que el dictador no admita la humillación y acabe intensificando la guerra lo que convertiría los Balcanes en un polvorín.