La situación de los aeropuertos españoles continúa siendo irregular, con retrasos generalizados y alguna que otra cancelación. El ministro de Fomento negaba ayer que existieran problemas de gestión en los aeropuertos, lo cual puede ser cierto, pero alguna responsabilidad tiene que tener la Administración en todo cuanto ha acontecido. Probablemente, haya que achacarle la falta de previsión por cuanto se refiere a una situación de restricciones de tráfico aéreo en Europa que estamos pagando con creces en estos momentos. Con demasiada frecuencia, y en una estrategia que creíamos propia de los políticos sin imaginación, se recurre a extender nuestra realidad fuera de las fronteras a fin de que los ciudadanos crean que estamos en un caos europeo que haga más llevadero el nuestro.

Cierto es que hay un problema generalizado, pero lo cierto es que pasajeros españoles en el Charles de Gaulle parisino contemplaban con envidia cómo salían vuelos hacia otros países, como Portugal, por ejemplo, con muchos menores retrasos que los que salían hacia Barajas o el Prat. Lo cierto, sin embargo, es que es poco previsible que los problemas del tráfico aéreo puedan resolverse en un breve plazo.

Y nosotros debemos añadir que, en nuestra opinión, en España aún tardaremos más en normalizarnos si nos atenemos a informaciones fiables, ajenas a la compañías aéreas y al Ministerio de Fomento cuyo responsable, el señor Arias Salgado, ha perdido todo el control de la situación.

Los partidos políticos de la oposición ya han pedido su dimisión y una operación de catarsis en todo el aparato de control de la navegación aérea. En Catalunya están fuera de sí y en Balears ya no sabemos qué hacer, ni qué decir. Ni siquiera si hay solución para tanto caos. Europeo o no.