La historia de Martín, el apicultor que pasó un año en la cárcel por el incendio de Morna, es una prueba de que la justicia no es infalible. Al final, Martín ha sido absuelto tanto por la Audiencia Provincial como por el Tribunal Supremo. Que una persona pase un año en la cárcel y luego se considere inocente es para poner los pelos de punta. Les puede pasar a cualquiera de ustedes. Y demuestra que la justicia no es perfecta, que hay demoras y, sobre todo, algunas injusticias.

Que un pobre apicultor pase un año en la cárcel por un delito que no ha cometido nos debería hacer reflexionar si los ciudadanos tenemos el amparo necesario ante la ley y si no estamos desprotegidos por algunas clamorosas injusticias. Nadie puede entender, por ejemplo, que Iñaki Urdangarín no haya pisado una comisaría, ni tampoco haya sido detenido en ninguna operación anticorrupción, cuando parece bastante evidente que protagonizó un saqueo millonario de las arcas públicas.

No hablamos de uno o dos millones sino de muchos más. Matas y Munar, por ejemplo, tampoco pisaron ninguna comisaría, ni fueron interrogados por policías, hasta el día que entraron en un recinto penitenciario para cumplir condena de cárcel. Y no es solo es el criterio a la hora de decir cómo se Muchas veces ocurre, y los abogados lo saben, que los jueces están inmersos en una presión mediática que prácticamente les obliga a dictar un fallo condenatorio. Y muchos condenados ni siquiera van al Tribunal Supremo a recurrir por los costes económicos. Prefieren pagar una multa, aceptar la sentencia, y cerrar un capítulo que suele ser muy doloroso. Quizás los políticos han cometido muchos desastres, pero en la Justicia queda mucho camino para que sea la que se merecen los ciudadanos.