Los sindicatos son protagonistas principales de nuestra democracia, necesarios, imprecindibles, pero las actuales organizaciones sindicales tienen que modernizarse. Los sindicatos de ahora son como aquellas cocinas de la serie «Cuéntame». Necesitan cambiar desde los azulejos hasta los grifos. Basta acudir a una manifestación del 1 de mayo para darse cuenta de que las centrales sindicales, especialmente los dos mayoritarios, necesitan una urgente revisión de arriba a abajo. La sociedad necesita sindicatos fuertes para afrontar el futuro. De nada sirve que promuevan pisos sociales para que luego sufran graves dificultades económicas, como ocurre con UGT, con despidos de personal y casi en quiebra. Tampoco pueden ser siempre tan dóciles cuando gobierna la izquierda y tan beligerantes cuando el PP está en el poder. Los sindicatos tienen que defender a los trabajadores y no alinearse con unos y otros en función de intereses políticos. Me temo que uno de los problemas de los sindicatos es que algunos de sus representantes están ahí porque les resulta mucho más cómodo que acudir a su puesto de trabajo. Les puedo asegurar que hay miles de representantes sindicales que dedican tiempo extra para defender a sus compañeros, pero evidentemente no trabajan en ninguna administración. Ellos, los anónimos sindicalistas, los que no aparecen en los medios cada vez que hay que valorar las cifras del paro, hacen un trabajo fundamental. No olvidemos el avance en las bajas de maternidad, en la posibilidad de conseguir reducciones de jornadas, y muchos aspectos de nuestra vida que se han producido gracias a los sindicatos. Pese a todo, un poco de autocrítica y modernización debería ser obligado de cara al futuro.