Los resultados obtenidos por el PP en los ayuntamientos de Eivissa, de Sant Antoni y en el Consell Insular son claros, incuestionables. Obtuvieron los populares más votos que los demás participantes, pero al no tener una mayoría clara no pueden formar gobierno sin pactar con algún otro partido. Y los otros, por lo visto, no están por la labor. Acepto que echar al PP de los gobiernos es democracia, pero también lo sería un ‘pacto a la israelita’: dos años para el PP y otros dos para el PSOE, pero mi propuesta no ha tenido éxito y me temo, y quiero equivocarme, que los tripartitos no nos sirvan para solucionar problemas, sino que pueden agravarlos, como sucedió en Cataluña al no aceptarse que había ganado la CIU liderada por Artur Mas.

Así las cosas, y a la espera de pactos para gobernar, he recordado lo que nos decía repetía el profesor Pepe Tur Vidal: «El sentido común es el menos común de los sentidos».

Lo digo porque me ha causado pavor la propuesta o insinuación de querer "echar" de sa Coma a la estación depuradora de aguas residuales, con los años que nos ha costado hacer un proyecto, con un buen informe medioambiental y, por añadidura, que el Ministerio de Fomento haya dado todos los pasos necesarios para su construcción, incluido el más importante: la licitación de las obras. ¿Y ahora qué, si consiguen pararla: vamos a tener que esperar no se sabe cuántos años más?

Por otro lado, me encantaría ver a la nueva clase política acordando un pacto (y no de cara a la galería, precisamente) para resolver los problemas de la falta de agua potable que sufren varios municipios de Eivissa. Aquí y ahora se trata de saber cómo están en realidad los acuíferos y conseguir las desalinizadoras necesarias para poder abastecer a la población residente… y a la visitante. Y sin duda, Eivissa tiene que saber planificar las medidas y pasos a dar para presionar al Govern balear y al Central, que son los que tienen las competencias y el dinero para realizar las obras oportunas.

Observo que nadie habla de acabar, al menos intentarlo, con la contaminación acústica, que afecta a todos los municipios. No se trata solamente de hacer cumplir a rajatabla las ordenanzas municipales que producen toda una serie de establecimientos diurnos y nocturnos, que amargan la vida de los residentes y del turismo familiar. Entiendo que estoy arando el mar, pero espero del Consell de Alcaldes que algún día no lejano acaben con la dictadura de los beach clubs, que se van apoderando de las playas y que no dejan que la gente pueda estar tranquila y sin música que les impida descansar e, incluso, pensar. Veremos, pues, en qué acaban los pactos poselectorales, y no soy demasiado optimista para mi manera de pensar.

Y fíjense bien, me conformaría que, al final, ERC diera su votos a Xavier Trias para que pueda continuar siendo alcalde de Barcelona.