No sé a ustedes, pero a mí este verano se me ha pasado volando. Ya sé que todavía quedan veinte días para que llegue el otoño, pero una vez que se acaba el mes de agosto es como si la temporada estival se hubiera acabado. Ya no hace tanto calor, en las playas ya no hay tantos vendedores ilegales y las familias empiezan a inundar las librerías para comprar los libros de texto de sus hijos. Siempre odié la vuelta al cole. Lo de volver a ver a los amigos estaba muy bien, pero enfrentarte de nuevo a los exámenes, a las broncas de los profesores y a la pregunta de ‘¿No tienes deberes?’ de tu madre no lo soportaba.

Eso sí, los que ya no vamos al colegio estamos de enhorabuena, porque toda esta gente que ha colapsado nuestras carreteras, ha ensuciado nuestras playas y ha llenado nuestros bolsillos se va. Y espero que el año que viene vuelvan. Porque, la verdad, ¿qué sería de nosotros sin ellos? ¿A quién le echaríamos la culpa de todos nuestros males? ¿Con qué noticias llenaría las páginas de sucesos Paco S. Pérez? En pocas semanas mi compañero se las verá y se las deseará para encontrar una historia que contar. Porque durante el invierno, seamos sinceros, hay pocas cosas que hacer en Eivissa. ¡Ni a buscar pebrassos podremos ir! Si no la tiene ya, desde esta tribuna le recomiendo que se compre un bicicleta y descubra los preciosos paisajes que la isla todavía puede ofrecerle. Que pasee por el pla de Albarca y el de Corona y que, si no es friolero, que vaya a bañarse cada mañana a cualquiera de las playas que nos rodean. Bienvenido al paraíso otoñal.