La primera vez que escuché la propuesta de un tranvía del puerto al aeropuerto de Ibiza fue durante la precampaña, cuando la coalición Podem-Guanyem al Consell estaba iniciando la elaboración del programa participativo. Debo reconocer que sonreí, incluso llegue a reírme de vuelta a casa como quien recuerda un chiste especialmente gracioso. Vuelven los ¡tranvías!

Esa carcajada me llevó a pensar el porqué de esa risa, pero no le encontré más sentido. Ahora, después del uso mediático y ridiculización de ella por parte de la derecha estoy empezando a ver el sentido de mi carcajada: durante muchos años, en Ibiza, nos han quitado la ilusión por ni siquiera imaginar la posibilidad de tener un transporte público digno.

Desde que llegue a esta maravillosa isla di por sentado que para moverme necesitaba un coche, que no era posible vivir en esta isla sin vehículo privado. Si quieres moverte en transporte público debes tener mucha paciencia. De hecho, si se te rompe el coche puedes llegar a perder el trabajo por la imposibilidad de llegar en transporte público. Y eso no da nada de risa.

Han pasado las legislaturas y nos encontramos con una estación de autobuses que no se utiliza, una parada ‘central’ en Isidor Macabich donde te pueden caer cascotes en la cabeza, paradas de taxis con cientos de personas esperando. A eso hay que añadir que los autobuses en Ibiza están secuestrados y que cuando los encuentras tienes que pagar un rescate de lo caros que son. En definitiva, se dibuja un futuro en el que nos vemos con muchas opciones de que nada cambie, e imaginar que el transporte público sea digno, útil y que pueda llegar a ser sostenible sobrepasa los límites de nuestra imaginación y entra en el terreno del humor.

Pero lo peor de esta situación, y con la que pasas de la risa al llanto, es cuando piensas en gestiones como la del metro de Mallorca. Pero también podemos mirar aquellos proyectos que han tenido un éxito rotundo como el tranvía de Zaragoza, incluso teniendo en cuenta un proyecto alternativo del PP sobre tranbús, que allí es una propuesta seria y aquí, descalificada.

En Ibiza no tenemos derecho a equivocarnos, ni a acertar; de hecho, da la risa hasta que pienses en ello. Aquí perderían demasiados con soluciones como ésta, quizás no les interese a las empresas de coches de alquiler, quizás a los taxistas. La situación en la que nos encontramos no es casual, sino provocada por la desidia de una política cortoplacista, ayudada por sectores que ya les va bien que nada cambie.

Debemos estar dispuestos a rebajar pretensiones y que el tranvía no tenga raíles, ni catenaria, no me importa que pise el suelo. Necesitamos un transporte digno en todas las islas por igual y necesitamos apostar por el transporte público y de calidad. No podemos depender de empresas para las que el ciudadano es un cliente más, donde no se ofrecen abonos ni descuentos a las familias que lo necesitan. Donde tener un coche sea una necesidad.

Público no significa dar concesiones a líneas de transporte y que puedan sacar provecho de las líneas más rentables en verano y dejen sin transporte a la gente que vive aquí todo el año. Público significa proyectar soluciones desde ahora mismo para hacer que las tres carreteras de esta isla no estén llenas de coches donde solo viaja una persona. La ampliación de carreteras en un territorio limitado, no puede ser la solución a los problemas. Debemos convencer a los ciudadanos, y no hacer que les dé la risa, de que el transporte público es la solución más eficaz, barata y sostenible.