Este artículo es el resultado de una apuesta. El director de este periódico me retó a escribir estas letras para hacer público el apodo que él mismo me ha puesto: ‘Carfire’. Desde aquí ya les digo que he ganado unos calamars farcits a la mallorquina que lleva mucho tiempo jactándose de cocinar como los ángeles y que bien merecían esta confesión dominical. Sí señores, yo no soy esa que ustedes se imaginan, una señorita tranquila y sencilla, sino la protagonista de Fast and Furious en alguna de sus siete ediciones. Pónganse el cinturón que vienen curvas.

Si le ponen a mi nuevo apelativo música y un par de sonrisas es probable que entonen una canción de Alicia Keys que a esta girl, y al señor Mestre, nos ha servido en varias ocasiones para reírnos de mi mala suerte esta temporada. Tres accidentes a cero. Entre esos tres sucesos se encuentran dos colisiones por impacto trasero, aquí no haré chistes, dos esguinces cervicales, dos hernias y un vehículo de sustitución calcinado. Entre golpe y golpe una noticia en los medios de comunicación pitiusos conviertiéndome en noticia e incluso logrando lo nunca visto: tener hijos de pronto por ciencia infusa.

El sentido del humor es el mejor medicamente para combatir el miedo, la mala leche y el dolor de espalda, cuello, brazos o lumbares y esta ‘Carfire’ ha encontrado en este asunto un nuevo hilo de conversación que sustituye a mi intolerancia a la lactosa y a mi programa de entrevistas en TEF. Dos temáticas a tenor de las cuales mis compañeras de Imam Comunicación me hacen bromas y ‘memes’ en varios foros, como muestra de mala leche y sin encuadres. Yo me limito a hacer mías las palabras del filósofo alemán Friedich Nietzsche, quien afirmó que “la capacidad intelectual de un ser humano se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar”, y me limito a aliñar mi vida con grandes dosis de ironía con las que salar hechos delicados.

Reírse de uno mismo es una muestra de salud mental, un indicador de autoestima, de autoconfianza y de humildad, además de un placebo maravilloso que te hace olvidar por un momento conceptos como ‘la mala leche’ o ‘las Leyes de Murphy’.

Es cierto que nadie me ofrece ya su coche con la alegría de hace unos meses, que mis amigas me exoneran de conducir cuando quedamos juntas y que ponen como excusa mis lesiones, y que en mi taller me gastan bromas cada vez que me dejan un vehículo de sustitución. Pero no se preocupen, que todos los problemas sean éstos y que tengamos muchas razones para seguir escribiendo artículos, para reírnos con buenos amigos y para ganar apuestas tan apetitosas como la que inspira este texto.

¡Feliz domingo, amigos!