Nadie entendería que en diciembre tuviéramos que volver a votar por tercera vez en menos de un año. Y lo que sería más sorprendente es que al frente de las listas electorales de los partidos responsables de este bloqueo institucional estuvieran las mismas cuatro personas que han sido incapaces de formar gobierno. Pero como lo de este país es de chirigota, mucho me temo que el póker formado por Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera volverán a encabezar las listas de sus formaciones en unas elecciones que podrían celebrarse el día de Navidad. Una fecha que a la mayoría de la gente lo que menos le apetece ese día es tener que levantarse prontito para ser miembro de una mesa electoral, por lo que las juntas electorales tendrán faena para contestar todas las solicitudes para librarse de este marrón. Los políticos no deberían extrañarse si la abstención alcanza cotas nunca vistas, aunque no tengo claro si les preocupa demasiado este asunto. Como tampoco creo que les importe el descrédito de la política, que avanza a pasos agigantados cada vez que alguno de nuestros representantes abre la boca o propone a un exministro relacionado con los papeles de Panamá para que ocupe un cargo en el Banco Mundial. En resumen, no entiendo por qué si cientos de miles de parejas, como mi chica y yo, sabemos ponernos de acuerdo cada día a la hora de preparar la comida, salir a dar una vuelta o ver la televisión los políticos son incapaces de sentarse a negociar y dejarse de mirarse el ombligo por el bien del país que dicen querer tanto. ¿Cómo se atreven luego a pedirnos el voto en campaña?