Entre los antiguos semitas, de los que procede el pueblo hebreo, imperaba la ley de la venganza. La ley del talión constituyó en aquellos primeros siglos del pueblo elegido un avance ético, social y jurídico. Esa ley consistía en que el castigo no podía ser mayor que el delito. Jesús, en la moral del Nuevo Testamento, da el definitivo avance. Nos manda perdonar y amar incluso a los enemigos. ¿Por qué? Porque este es el distintivo de los hijos de Dios. El Señor establece que el cristiano no tiene enemigos. Su único enemigo es el mal en sí, el pecado, pero no el pecador. El mismo Jesucristo llevó a la práctica esta doctrina con los que le crucificaron. Por eso los santos han seguido el ejemplo del Señor, como el primer mártir San Esteban. El versículo 48 resume de algún modo toda la enseñanza del Evangelio de hoy, incluidas las Bienaventuranzas.
OPINIÓN | Lucas Ramón Torres, sacerdote
Séptimo domingo de tiempo ordinario (Mt. 5, 38-48)
Eivissa19/02/17 4:00
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