El ángel del Señor anunció a María y concibió por obra del Espíritu Santo. En este cuarto y último domingo de Adviento contemplamos el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.

La Anunciación a Maria y Encarnación del Verbo es el hecho más maravilloso, el misterio más entrañable de las relaciones de Dios con los hombres y el acontecimiento más transcendental de la Historia de la humanidad. ¡ Que Dios se haga Hombre y para siempre! ¡Hasta donde ha llegado la bondad, misericordia y amor de Dios por nosotros, por todos nosotros !. Y, sin embargo, el día en que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad asumió la débil naturaleza humana de las entrañas purísimas de Santa Maria, nada extraordinario sucedía, aparentemente, sobre la faz de la tierra.

Con gran sencillez narra San Lucas el magno acontecimiento. Con cuánta atención, reverencia y amor hemos de leer estas palabras del Evangelio, intentemos rezar el Ángelus todos los días, y contemplemos el primer misterio gozoso del Santo Rosario. Dios quiso nacer de una madre virgen. El profeta Isaías así lo había anunciado siglos antes. Desde toda la eternidad, Dios la eligió como madre para que su Unigénito Hijo tomase carne y naciese de Ella en la plenitud de los tiempos. El Árcangel manifiesta la dignidad y honor de María saludándola con estas palabras: "Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo". Los Padres y Doctores de la Iglesia enseñaron que con este singular saludo, se manifestaba que la Madre de Dios era asiento de todas las gracias divinas y que estaba adornada de todos los carismas del Espíritu Santo.- ¡Gracias, Madre, por regalarnos a tu Hijo!.