El séptimo mandamiento prohíbe tomar y retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar de cualquier manera al prójimo en sus bienes. El derecho a la propiedad privada, adquirida por el trabajo, o recibida de otro por herencia o por regalo; no anula la donación original de la tierra al conjunto de la humanidad. Los bienes-materiales o inmateriales- requieren los cuidados de sus poseedores para que aproveche al mayor número de personas.

En virtud de la justicia conmutativa, la reparación de la injusticia cometida exige la restitución del bien robado a su propietario. El séptimo mandamiento exige el respeto de la integridad de la creación.

Los animales, como las plantas, y los seres inanimados están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura. Exige un respeto religioso de la integridad de la creación. La doctrina social de la Iglesia, propone principios de reflexión, extrae criterios de juicio de orientación para la acción. Cada cual deber poder sacar del trabajo los medios para sustentar su vida y la de los suyos, y para prestar servicio a la comunidad humana.

El hombre es el autor, el centro, y el fin de toda la vida económica y social. La limosna hecha a los pobres es un testimonio de caridad fraterna, es también una práctica de justicia que agrada a Dios.