La estrella que guio a los Magos hasta Cristo no revela que la salvación, no es solo para los judíos, sino también para todo el mundo. La estrella simboliza la luz de la fe. Nosotros también guiados por la fe nos encontramos unidos por la misma fe en Jesucristo. Hoy se revela el misterio de nuestra salvación. Cuando los Magos de Oriente llegan a Jerusalén la estrella que los guiaba desaparece, pero ellos no se arredran, preguntan al rey Herodes: ¿Dónde está el Rey que ha nacido?. Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo. Es el profeta Miqueas quien afirma el lugar del nacimiento de Jesús: Belén de Judea. Y tu, Belén, no eres la más pequeña de las ciudades porque en tí nacerá el gran jefe de mi pueblo, Israel. En la adoración de los Reyes Magos se cumple la profecía de Isaías: La gloria del señor, amanece sobre ti. Los pueblos caminarán a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora. Al manifestarse Jesús en nuestra carne mortal, hemos sido hechos partícipes de la gloria de su inmortalidad. Los Reyes Magos vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron; luego le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Nosotros los cristianos debemos permanecer en adoración, ofreciendo al Señor no ya incienso como Dios, oro, como rey, y por último mirra como el que morirá por nuestra causa y salvación. Debemos ofrecer al Señor el oro del amor. El Concilio de Trento cita expresamente este pasaje de la adoración de los magos al enseñar el culto que se debe dar a Cristo en la Eucaristía. Todos los fieles de Cristo en su veneración a este Santísimo Sacramento deben tributarle aquel culto de latría que se debe al verdadero Dios. Creemos firmemente que el mismo Dios está verdadera, real y sustancialmente presente en el Santísimo Sacramento del altar.

Adoremos, pues, con el máximo fervor a la Santísima Eucaristía.

Hoy es un día de ilusión en especial para los niños, los cuales reciben de los “Reyes Magos” entre comillas, y nunca debemos quitarles su ilusión y su alegría por los juguetes que les regalan. No debería faltar a ningún niño un juguete, junto con el amor y cariño de los mayores, especialmente de sus padres. Nosotros, los cristianos, por la fe, sabemos que el regalo más grande, más valioso y más divino es el Niño de Belén. Nuestro Señor Jesucristo.

He dicho en muchas ocasiones cuales son nuestros deberes para con Jesús Sacramentado. Reitero estos deberes: visitarlo, adorarlo, recibirlo en la Comunión. Jesús nos espera a todos en el Sagrario donde permanece de noche y de día como en el Cielo. Al entrar en una iglesia lo primero que se debe hacer es saludar al Santísimo, después, podemos rezar a los santos de nuestra devoción.

¡Alabado sea Jesucristo!