La legislatura de Vicent Torres acabará y no habrá podido presentar lo que debería haber sido su principal logro de gestión: la nueva carretera de Santa Eulària. Habrá sido el año de las tarjetas de transporte para menores, que es una excelente iniciativa, pero sin duda el fracaso en materia de carreteras es más que significativo.

La reforma del acceso a Jesús se convirtió en un serial que ya comenzaba a dar vergüenza ajena, y eso que apenas era un kilómetro. Pero que esté a punto de terminar la legislatura y no esté terminada la carretera de Santa Eulària es un fracaso total y absoluto. Se ha perdido demasiado tiempo en tramitaciones inútiles, como aquella pantomima de referéndum que montó Viviana de Sans, una supuesta fiesta de la democracia donde cualquiera podía votar, sin el más mínimo rigor ni seriedad.

Porque lo que interesaba con aquel experimento era sacar las urnas mientras los vecinos tenían que soportar largas colas en la carretera, que hace años que se quedó pequeña. El resultado de aquel simulacro de referéndum ya lo conocemos todos: sí a la carretera. Pero el departamento que ha dirigido Pepa Marí no ha sido precisamente el más eficiente del Consell d’Eivissa, aunque ha estado a años luz de las áreas dirigidas por Lydia Jurado o David Ribas. Aún así, se ha tardado demasiado tiempo en ejecutar la obra, quizás porque en la anterior legislatura tampoco se actuó con demasiada diligencia.

No sé si la culpa es de los funcionarios o de los políticos, pero tres años y medio de legislatura deberían dar para mucho más que presentar unos planos. Quizás tiene razón Vicent Marí al decir que más estructura administrativa no es sinónimo de eficiencia. Con la carretera de Santa Eulària se ha demostrado de sobras.