Con la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza el próximo miércoles día 6 de esta semana comienza el tiempo litúrgico de la Cuaresma, que nos prepara a la celebración de la Pascua del Señor. Los cuarenta días de la Cuaresma recuerdan los cuarenta años que el pueblo de Israel peregrinó por el desierto hacia la tierra prometida. Cuarenta días fue el tiempo que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública y donde fue tentado por el diablo.

La Cuaresma es tiempo de particular empeño en nuestro camino espiritual, de escucha de la Palabra de Dios y de conversión, de preparación y de memoria del Bautismo, de reconciliación con Dios y con los hermanos, de recurso más frecuente a las «armas de la penitencia cristiana»: la oración, el ayuno y la limosna.

El signo que identifica el inicio de la Cuaresma es la imposición de la ceniza sobre la cabeza. Con este gesto reconocemos la propia caducidad y fragilidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud interior que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. La imposición de la ceniza nos llama a abrirnos a la conversión a la gracia de Dios y al esfuerzo de renovación pascual. Por eso cuando el sacerdote nos impone la ceniza nos dice: «Convertíos y creed el Evangelio» (Mc 1,15), o «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». La llamada a la conversión y el recuerdo de nuestra caducidad están íntimamente unidas: en esta vida breve hay que ir consumiendo el hombre viejo mediante la conversión a Dios, la fe en el Evangelio y las buenas obras para alcanzar la vida del hombre nuevo en la Pascua.

Convertirse es volver nuestra mirada y nuestro corazón a Dios con ánimo firme y sincero. Dios se ha convertido con mucha frecuencia en el gran ausente en la vida de muchas personas, incluso de muchos bautizados. La Cuaresma es tiempo propicio para recuperar a Dios en nuestra vida, para acrecentar nuestra adhesión de mente y corazón a Dios en Jesucristo y al Evangelio, para volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida. Para dejar que Dios ocupe el centro en nuestras vidas, hemos de escuchar su Palabra, abrirnos a su amor y a su gracia, dejarnos cambiar y renovar la mente, los deseos, las actitudes, los sentimientos, las obras, toda nuestra vida. Convertirse es dejarse encontrar por el amor misericordioso de Dios, siempre dispuesto a perdonar, en el sacramento de la Reconciliación, para vivir o reemprender el camino que Dios mismo nos muestra en Jesucristo, su Hijo.

Acogiendo, pues, el próximo miércoles la ceniza sobre nuestra persona como expresión de que acogemos y vamos a vivir cuaresma como corresponde,
La Cuaresma es, en efecto, un tiempo de gracia y de salvación, un tiempo propicio para anunciar y contemplar, para experimentar personalmente la misericordia de Dios, y para vivir la misericordia personal y comunitariamente. De ahí la llamada a la oración, el ayuno y las obras de caridad en el tiempo cuaresmal.

Escuchemos en esta Cuaresma la voz de Dios leyendo, meditando y viviendo el Evangelio. Volvamos nuestra mente y nuestro corazón a Dios para adquirir los mismos sentimientos de Cristo. Dejémonos reconciliar por Dios para poder celebrar con gozo la Pascua del Resucitado.sas que viven y sirven en Ibiza y Formentera.