Una vez que el Parlament Balear aprobó la Ley de Cambio Climático, nuestra comunidad Autónoma pasó a ser una de las que tienen una legislación más avanzada en la lucha contra ese problema y por consiguiente, una de las pioneras en la aplicación de medidas específicas y claras en ese sentido.

Que la emisión de gases contaminantes perjudica el medio ambiente, parece claro; y que ello viene provocado principalmente por el uso de combustibles fósiles, también. Y partiendo de estas premisas, sin duda, la mejor forma de combatir esa nociva emisión de gases es regular la producción y circulación de vehículos, tanto diesel como gasolina; así como la progresiva sustitución de las actuales centrales de producción energética, altamente contaminantes, por nuevos sistemas de renovables.

Pero hasta aquí podría llegar un cierto consenso y empezarían a surgir conflictos. Uno de esos puntos conflictivos que empiezan a surgir en esa fase inicial del tránsito energético, es la ubicación de las nuevas plantas de renovables, tanto las fotovoltaicas como los molinos de energía eólica. Tanto unas como las otras conllevan cierta ocupación de territorio. Es cierto que producen energía limpia, pero a costa de un determinado consumo territorial.

Las organizaciones ecologistas y los grupos que luchan por la protección del territorio son los más críticos en cuanto al consumo de combustibles fósiles y por tanto los principales valedores de las energías renovables; pero curiosamente, también son los que vienen mostrando más reticencias a la instalación de parques fotovoltaicos o de molinos para la energía eólica en nuestras islas.

Habrá que empezar a sopesar los pros y los contras de los dos modelos de producción energética, el actual mediante el consumo de combustibles fósiles, con la consiguiente emisión de gases contaminantes; o las renovables, con su correspondiente ocupación territorial o su impacto paisajístico.

No bastará con reconocer en adelante cuáles son los sectores más contaminantes y regular su actividad. No será suficiente con programar los periodos de transición energética, hasta llegar a una producción 100 % de renovables. Habrá que regular con claridad meridiana la ubicación de las futuras plantas de renovables.

Para poder agilizar en la medida de lo posible las solicitudes de permisos para este tipo de instalaciones, sería recomendable que cuanto antes se pudieran conocer las zonas que serán aptas para tal actividad.

Una parte del ecologismo viene mostrando su oposición a la instalación de este tipo de plantas en suelo rústico, por estar en contra de que se siga ocupando territorio; siendo partidario de que las mismas se instalen solo en zonas de suelo urbano. Pero la realidad es que en principio parece complicado que ocupando exclusivamente zonas urbanas utilizables a tal efecto se pueda cubrir la creciente demanda de energía eléctrica. Sobre todo teniendo en cuenta que la misma irá en aumento a medida que se vaya produciendo la sustitución del parque móvil de combustión diesel o gasolina, por el eléctrico.

Por tanto y teniendo siempre presente la configuración territorial de nuestra Comunidad Autónoma en islas, cabe desde la administración trabajar en programas y planes claros para cada isla. Y sobre todo que se establezcan en cada una de ellas cuáles son las zonas que sin mayor dificultad podrán dar cabida a las instalaciones de renovables suficientes para cubrir las necesidades energéticas de la forma más limpia y menos contaminante.