Peter Fankhauser es el CEO de Thomas Cook que ha tenido que anunciar la quiebra de la compañía. El domingo, de madrugada, anunciaba el fin de la compañía, que ha afectado a 600.000 turistas, 20.000 trabajadores se irán a la calle, ha tenido que cerrar una compañía aérea y está en juego la cadena hotelera que cuenta con un establecimiento en Ibiza que acaba de abrir sus puertas. He coincidido en tres ocasiones con Fankhauser. En todas ellas era a viva imagen de una persona derrotada, con poca capacidad para poder solucionar la situación financiera de una empresa lastrada por las deudas. Cada vez que he podido hablar con él le he preguntado si se sentía con ánimo de salvar Thomas Cook. Decía que sí, pero durante su gestión apenas ha variado el modelo de touroperador tradicional sin entender que los tiempos han cambiado, que muchos turistas reservan por internet y que resulta innecesario llenar de oficinas el Reino Unido para captar clientes. Hay un dato revelador. Jet2 Holidays se ha convertido desde hace años en el segundo mayorista en número de turistas en Gran Bretaña, solo superado por TUI y por delante de Thomas Cook. Jet2 Holidays no tenía ni una sola agencia en el Reino Unido frente a las 500 oficinas de Thomas Cook. De la misma manera que las agencias de viajes tienen fecha de caducidad convendría analizar si las instituciones deben gastarse tanto dinero en ferias para que los políticos hagan turismo, vayan a buenos hoteles y restaurantes y se hagan fotografías con un tufillo muy provinciano. Igual convendría cambiar el chip y que sean los técnicos los que acudan a las ferias, que se compartan estands para ahorrar costes en lugar de aprovechar los viajes resaltar la identidad de cada isla, como se ha hecho en estos últimos años, sin tener demasiado en cuenta el número de contratos firmados. Tras la quiebra de Thomas Cook, nada debería ser igual en el sector turístico.