El spin doctor que asesora a Pedro Sánchez fue el gran derrotado de la noche electoral, al no cumplirse los cálculos que en Moncloa habían hecho. Iván Redondo no supo valorar el hastío de los ciudadanos con la clase política ni supo medir la polarización del voto que supondrían las movilizaciones contra la sentencia del procés, lo cual ha catapultado a Vox hasta el bronce electoral.

El PSOE sobrevive pero deberá hacer un ejercicio de ingeniería sin precedentes para superar una investidura que se augura imprevisible. Tres son las opciones del candidato socialista: valerse de una amalgama de partidos nacionalistas y regionalistas junto con Podemos, implorar la abstención que él mismo negó al PP en 2016 o mandarnos a unas fatídicas terceras elecciones. Sánchez deberá bajar de su ego y disponerse a negociar sin líneas rojas.

El PP recupera confianza, pero obtiene un resultado paupérrimo que no le sirve para dibujar la más mínima de las sonrisas que mostraron los líderes populares en la noche electoral. La aritmética les obliga a caminar por un camino muy estrecho en el que deberán mantener el equilibrio reivindicándose como líderes de la oposición, llegando a acuerdos con el Gobierno y soportando el aliento en la nuca de la ultraderecha. Casado deberá definirse con gestos que vayan más allá de dejarse barba y decidir si quiere ser un hombre de Estado, moderado y riguroso o un hooligan que compita con la berrea de Santiago Abascal. Estas elecciones han demostrado que el PP es mucho más fuerte cuando abandona el nacionalismo centrista y abraza el respeto a las singularidades autonómicas, prueba de ello es que Feijóo gana en una Galicia en la que Ciudadanos y Vox no rascan un triste diputado.

Podemos sigue cayendo y se vuelve a dejar 635.000 votos en tan sólo unos meses. Los morados parecen no tener suelo electoral y ya cuentan con la mitad de votos y escaños que obtuvieron la primera vez que se presentaron a las elecciones generales en 2015. Pese a ello, pueden seguir presionando a un débil Sánchez para venderle su apoyo a cambio de algún ministerio y alguna secretaría de Estado.

En Ciudadanos jugaron a presumir de un músculo del que carecían para arrebatar el liderazgo del centro derecha al PP y han acabado por rozar la desaparición. Rivera sufre una hecatombe electoral que le coloca en una absoluta irrelevancia parlamentaria, dejando al partido en estado vegetativo. La hazaña de los naranjitos es pasar de sumar mayoría absoluta con el PSOE y poder ostentar la Vicepresidencia de un Gobierno sólido y estable a reflejarse en el espejo de la desaparecida UPyD. Arrimadas se enfrenta al reto de reflotar un partido tocado y hundido que ha demostrado ser completamente inútil para el parlamentarismo, el desbloqueo y el avance del país.

Los grandes triunfadores de la noche son los extremistas de Vox con 52 diputados que les colocan como la tercera fuerza parlamentaria. Su discurso irracional basado en informaciones falsas, propuestas incendiarias y la exacerbación de un falso patriotismo dirigido a las entrañas se ha sumado a la renuncia de PP y Ciudadanos que, en vez de ponerles un cordón sanitario y contrarrestar su peligroso extremismo como hacen los liberales europeos, les han blanqueado depositando en ellos la sostenibilidad de varios gobiernos autonómicos. Han conseguido que Abascal no se visualice como el hombre que ha vivido toda la vida de los chiringuitos políticos, sino como el salvador de una patria en peligro.

La mejor noticia de la noche es que Ibiza pasa de contar con un diputado a obtener tres. Miquel Jerez (PP) y Patricia de las Heras (Vox) no lo tendrán difícil a la hora de mejorar la labor parlamentaria de Sofía Hernanz (PSOE) que consistió en no presentar una sola iniciativa parlamentaria. El equilibrista Joan Mesquida (Ciudadanos) deberá refugiarse en otra formación política para cobrar otro sueldo público, dado que los ciudadanos le han desahuciado del Congreso, dejando su marcador electoral in albis. El PSIB se quedó a tan sólo 884 votos de arrebatarle un diputado a Vox en Baleares, algo que deberán agradecer a las candidaturas de Més y Más País que han demostrado nuevamente la utilidad de presentarse a unas elecciones en las que no tienen la más mínima opción.

En definitiva, tras estas elecciones Sánchez sobrevive con una respiración asistida a la que se le agota el oxígeno, España ahonda en el bloqueo político, Ciudadanos se suicida y el PP aúpa a una extrema derecha que le tendrá en vilo durante toda la legislatura.