En Baleares no sufrimos la crisis económica de 2008 con la misma virulencia que el resto del país gracias a la sólida industria turística, pero la crisis económica derivada de los efectos del coronavirus amenaza con despedazar nuestro tejido empresarial y dejar atrás a miles de trabajadores y empresas. Con una caída del PIB de un 5’2%, debemos buscar alternativas que nos permitan paliar la debacle económica que ya nos asola. Es imperativo transformar el miedo en ingenio y los reproches en soluciones.

El pasado domingo, Periódico de Ibiza y Formentera publicaba una entrevista al prestigioso abogado Manuel Alcaide en la que relataba sendas recetas para potenciar un sector injustamente denostado y al que ahora nos debemos abrazar si queremos capear la embestida del COVID-19: la construcción. La Administración debe agilizar la tramitación de las licencias de obra y dejar de multiplicar por ocho los plazos legales en los que se están concediendo en la actualidad. Nadie habla de consumir territorio, sino de desarrollar el suelo edificable ya existente. Ello no sólo tendrá efectos positivos sobre el empleo, sino que las escuchimizadas arcas públicas verán crecer sus ingresos y aumentará la oferta de vivienda con la consiguiente bajada de precios.

Las administraciones deben remar al unísono en esta dirección, en atención a las competencias que cada una alberga. Los ayuntamientos deben simplificar algunos trámites apostando por las declaraciones responsables, los consells deben dejar de fiscalizar por duplicado asuntos que ya revisan los ayuntamientos y el Govern Balear debería eliminar el anacrónico y prescindible instrumento de la cédula de habitabilidad. Tenemos una válvula de escape, abrámosla antes de que el populismo la cierre.