No puedo estar más de acuerdo con la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, cuando el martes puso la cara colorada a los diputados al expresar su malestar porque «con la que está cayendo, que es la del pulpo, estar aquí convocados a una comisión, viniendo diputados de toda España, para hablar de RTVE es no saber lo que está pasando en este país, ni en la calle». Tiene toda la razón cuando lamenta que los políticos estén cada vez más alejados de la realidad. Mientras miles de familias no llegan a final de mes, tienen el negocio cerrado, están en un ERTE o en el paro sin cobrar un duro, los palmeros de Pedro Sánchez le reciben con aplausos por hacer su trabajo (con mucha ayuda por cierto). Y eso en el mejor de los casos, porque en el peor o se han muerto o han perdido a algún familiar o se están recuperando del bicho con secuelas de por vida. Desconozco si la verdadera razón del Reino Unido al imponer la cuarentena también a Baleares y Canarias tiene un fondo más político que sanitario, como apunta el propietario del Ibiza Rocks, Andy Mckay. No podemos saber, de momento, si Boris Johnson está utilizando el turismo como moneda de cambio para el Brexit. Pero lo que sí está claro es que algo ha fallado en la diplomacia porque Baleares en general y las Pitiusas en particular están mucho mejor sanitariamente que el Reino Unido. Lo que sí sé es que hay gente que lo está pasando mal. Pequeños empresarios que tienen negocios cerrados o a medio gas. Que tenían la esperanza puesta en agosto y que han sufrido de la noche a la mañana cancelaciones en cadena hasta dejar en blanco todo las reservas. Que los políticos, que no se han recortado ni un céntimo el sueldo, se reúnan para hablar de lo mal que funciona la televisión pública, seguramente es necesario. Hay que mantener la maquinaria propagandística engrasada y eso vale mucho más que cualquier reunión seria para intentar salvar un sector «de bajo valor añadido», como dijo aquel.