Cambia de tema. Vamos a intentar hablar de otra cosa. No sé, por ejemplo podríamos conjeturar a qué sabrá el agua que dicen haber encontrado en la Luna. ¿Qué dices? No te entiendo. Ya, con la mascarilla es un coñazo hablar, pero es lo que hay, no nos queda otra. Por cierto, ¿tenéis algún plan para esta noche o cenamos por videoconferencia como en el otro confinamiento? Perdóname por llamarlo así, ya sé que me has dicho que prefieres hacer como que esto son solo medidas de control y que no volverán a encerrarnos en casa, pero viendo lo que han aprobado en países vecinos como Francia no hace falta ser una lumbrera para intuir cómo será la segunda parte de nuestra historia. ¿No te has enterado? ¡Ah, es verdad! ¡Me dijiste que preferías dejar de escuchar las noticias porque los periodistas te poníamos malos! Bueno, los periodistas y los políticos, los médicos, los expertos, los virólogos y hasta la vecina de enfrente. ¡Lo siento, perdóname, he vuelto al mismo rollo! ¡No puedo evitarlo!

Pensemos en otra cosa, ¿qué vais a hacer estas Navidades? ¡Claro, qué tonta! No lo sabéis, como nosotros. El estado de alarma se ha aprobado hasta mayo, por lo que lo más seguro es que cierren comunidades y nos quedemos sin poder ir a casa a abrazar a los nuestros ni en diciembre ni en Semana Santa, si me apuras. ¿De verdad te has creído que con estas medidas “quirúrgicas” lograrán reducir las cifras de infectados, de hospitalizados y de defunciones? Vete decorando tu pisito, porque esta Nochebuena será la más vacía de nuestras vidas. ¡Jo, lo he vuelto a hacer! ¡Discúlpame! ¡Espera, espera, te juro que puedo tener otro tema de conversación!

¿Ves? ¡Sí que puedo! ¿Quién crees que ganará las elecciones de Estados Unidos? La verdad es que lo de Donald Trump y sus acólitos es de ciencia ficción, diciendo que es prácticamente inmortal, que el coronavirus se cura con el cóctel de medicinas que probaron con él y usando las descalificaciones como único programa. ¡Incluso, celebrando Halloween y bailando! Terrorífico, totalmente de acuerdo. Te juro que a veces pienso que la única explicación a todo esto es que nos han invadido los extraterrestres para cargarse el planeta, o para evitar que nosotros nos lo carguemos, y que este tío es el líder. ¡Ops, he dicho otra vez la palabra maldita!

¿Sabes que llevo muchos libros de Bitácora de una distopía vendidos? Sí, está ya en muchas librerías de España. La verdad es que estoy muy feliz con la acogida que está teniendo, claro, como está más de actualidad que nunca… De hecho, estaba pensando incluir algunos de estos artículos en una edición ampliada, ya que tienen que imprimir otra tirada. ¿Que de qué va? ¿No te acuerdas? Son las crónicas de los 99 días confinados que pasamos y que relaté a modo de diario en este Periódico. Bueno, la verdad es que es curiosa la inocencia con la que hablaba de la “nueva normalidad”. Pensaba que la gente cambiaría, que sería mejor, más solidaria y que entendería que el mundo solo lo cambian las personas, pero ya ves que era una ilusa. ¿Has visto cuánta gente fuma por la calle aunque esté prohibido y la cantidad de personas que pasan de todo y van sin mascarillas? ¡Ya, yo tampoco he visto a un solo policía poniendo multas y ya sabemos que en este país de pandereta o nos rascan el bolsillo o nos saltamos las normas a la torera!

Tienes razón, sea como fuere todos los temas nos llevan al mismo sitio, a un callejón sin salida, como el que recorremos los pequeños empresarios que este mes hemos pagado los impuestos aplazados de mayo sumados a los de este trimestre. ¡Ya ves, nos cierran las persianas, pero no ponen a cero el contador, y los gastos y las nóminas siguen corriendo en una maratón en la que cada vez somos menos…!

¿Que me ves muy negativa? Lo siento, de verdad, pero es que hoy es el Día de Todos los Santos y no puedo evitar acordarme de mis padres, de las visitas que hacíamos los cinco al cementerio de Burgos y de cómo me permitían llevarle siempre un ramo de flores a Félix Rodríguez de la Fuente, en aquel gran mausoleo en el que había una escultura suya acariciando un lobo. Me gustaba cantarle aquella canción de Enrique y Ana, “Amigo Félix”, y pensar que él saludaría a mis abuelas y jugarían juntos, aunque mi hermana se avergonzase de mí. ¿No sabes cuál es? Bueno, una de mis tiempos. Me da mucha pena, porque es importante para ellos y después nos juntábamos siempre a comer con mis tíos y con mis primos. Este es el primer año en la historia de mi familia en el que no irán a rendir culto a los nuestros y, probablemente, en su salón no habrá tampoco una de esas bandejas gigantes de buñuelos de viento rellenos de nata o de crema, porque mis sobrinos no pueden ir a visitarlos.

Qué frío se está poniendo otra vez el tiempo y qué rotundo vuelve a sonar el silencio.
Perdóname, ya sé que te gusto más cuanto digo tonterías y hablo de otras cosas, pero es que, aunque yo no sea una santa y es probable que también esté haciendo algunas cosas mal, te juro que a veces siento que no puedo.