La realidad no admite paños calientes y nadie puede poner en duda a día de hoy que la situación de nuestro país es realmente grave. El número diario de nuevos afectados por el maldito coronavirus es realmente espeluznante y no cabe duda que se respira en el ambiente un cierto aire de desconfianza y pesimismo.

Ahora están apareciendo los resultados de la nefasta campaña que muchos se empeñaron en mantener y que pretendía “salvar la Navidad”. Gracias a la relajación que provoco la constante repetición de esta cantinela, sumado al precipitado optimismo que provocó el anuncio de la llegada de la vacuna y el inicio de la campaña para su administración a nivel estatal y a pesar de las recomendaciones de que se minimizaran las reuniones sociales, estas se continuaran produciendo tanto en lugares públicos, como en recintos privados.
El resultado salta a la vista, nos estamos moviendo los últimos días en cifras que superan los 40.000 nuevos contagios diarios. La campaña de vacunación está en marcha, el descontrol durante las fiestas navideñas ha sido total y absoluto y lo único que se ha conseguido es que afloren cada vez más dudas sobre cuando llegará el tan deseado control de la maldita pandemia.

Ha quedado más que demostrado que lo de anteponer la economía a la salud, es un grave error que perjudica a todo el país, por más que se empecine la irresponsable presidenta de la comunidad de Madrid, cuyas políticas ya no convencen ni a muchos cargos de su propio partido en otros territorios. Esta situación ha provocado una clara controversia en la gestión de la lucha contra la pandemia y ello ha generado opiniones enfrentadas en el seno de los principales partidos políticos sobre cuales son las mejores propuestas para luchar contra el virus.

Con todo ello parece claro que la incongruencia campa a sus anchas y hace que desde la cúpula de los partidos se critique todo aquello que tu rival político propone, aunque haya quien en tu propio partido proponga exactamente lo mismo; de aquí que la sensación que se desprende sea de nuevo de falta de unidad en la acción. Seguimos sin darnos cuenta que el virus no entiende de colores políticos, que las consecuencias del mismo vienen siendo tan devastadoras que si no aunamos esfuerzos y no nos centramos todos en combatirlo, las posibilidades de debilitarlo primero y controlarlo después, se minimizan sustancialmente.

Según se desprende de los datos que se van conociendo, parece claro que solo cuando esté vacunado el 70% de la población, se podrá empezar a recuperar una cierta normalidad y según todas las previsiones eso no ocurrirá antes de finales de verano. Esa predicción arroja muchas dudas sobre como se podrá afrontar la próxima temporada estival en nuestras islas. La protección que pueda ofrecer la vacuna, estará muy lejos del nivel deseable al inicio de la temporada; lo que hará necesaria la aplicación de otras medidas complementarias de control, si es que realmente queremos tener alguna oportunidad de no vernos abocados a repetir un segundo verano sin temporada turística. Cabe esperar que se haya aprendido de los fracasos anteriores y se afronte este reto de forma muy distinta.

No puedo acabar este artículo sin hacer referencia a esos personajes infames, listillos sin escrúpulos carentes del menor atisbo de conciencia social, que amparados en sus cargos no dudan en trampear lo que haga falta para conseguir ser de los primeros en vacunarse. Impresentables de esta calaña los hay en partidos diversos y políticamente rivales, pero tan despreciable es esta manera de actuar si lo hacen los de tu partido, como si lo hacen tus rivales. En estos casos no se puede dudar y si no se produce su dimisión, deben ser inmediatamente cesados de sus cargos, aunque la realidad es que aun siendo eso lo que acabe ocurriéndoles, no recibirán en ningún caso el castigo que merecerían.

Nadie puede justificar esta forma tan mezquina de actuar y sean del partido político que sean, deben ser desterrados definitivamente de la política y de nuestras administraciones. Esperemos que en nuestras islas no aparezca nadie tan impresentable y que nuestros representantes políticos centren toda su capacidad en planificar los próximos meses mucho mejor de lo que se haya podido hacer hasta ahora, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que nos jugamos.