La presidenta del Govern no puede permitirse estos errores. Y más, cuando existe el precedente del Hat Bar. Por mucho que el PSOE se excuse, la del pasado lunes en Can Botino no fue una comida de trabajo.

¿Por qué? Primero, por los comensales. Juanito de Ca n’Alfredo es toda una institución en Eivissa y siempre viene bien escuchar sus consejos, pero ya no está al frente de ninguna asociación ni entidad, por lo que su presencia en una supuesta comida de trabajo no está justificada. Y segundo, porque la reunión con los distintos agentes sociales y sectores productivos para tratar el plan de ayudas estatal era a las cinco de la tarde en el Consell.

Al menos así estaba establecido en la agenda oficial de Armengol que se facilitó a los periodistas. Y las dudas que surgen son múltiples: ¿de qué se habló en esta comida que no se hablara en la posterior reunión oficial? ¿Con qué criterio se escogieron estos comensales? ¿Por qué se ocultó la comilona? La oposición en el Ayuntamiento de Eivissa ya ha dicho que pedirá explicaciones a Rafa Ruiz. No parece lógico que después de un año sin que los concejales hayan podido pisar el salón de plenos para defender su gestión o fiscalizar la del equipo de gobierno, el alcalde lo convierta en un comedor teniendo la terraza del bar de Can Botino a su disposición. La torpeza de la presidenta balear, del alcalde de Eivissa y del conseller Marí Ribas ha sido máxima.

Los ibicencos están agotados después de un año de prohibiciones y restricciones y de un invierno con muchos fallecidos y el hospital de Can Misses saturado por el incremento de hospitalizaciones causado por el coronavirus. Su imagen ha quedado por los suelos y querer justificarlo o quitarle hierro matando al mensajero no suele acabar bien.