Debate en la Ser - JESÚS HELLIN/EP

A raíz de lo sucedido la semana pasada en el frustrado debate que debió tener lugar en los estudios de la cadena SER en Madrid como parte de los actos programados dentro de la campaña electoral a las elecciones autonómicas en esa Comunidad; el panorama político español se vio tristemente alterado.

Recordemos que el citado intento de debate, finalmente quedo en nada, ya que ante la actitud grotesca de la candidata de Vox, negándose a condenar claramente las amenazas de muerte que algunos cargos públicos y el candidato de Unidas-Podemos, recibieron mediante cartas que contenían balas en su interior, varios de los presentes en el mismo acabaron abandonando el fallido debate. El primero en negarse a continuar fue el candidato de UP, al que poco después siguieron el del PSOE y la de Mas Madrid.

Ante el hecho despreciable y necesariamente condenable de las cartas amenazantes, deberíamos reflexionar sobre lo ocurrido. Lo cierto es que lo sucedido no debería hacernos olvidar cual es el peligro que se esconde tras la negativa a condenar esas cartas. En el intento de inicio de debate, quedo muy clara la postura de cada uno y no podemos por menos que calificar de execrable la actitud mantenida desde el primer momento por parte de la candidata de Vox. El tono de absoluto desprecio a los valores democráticos, su actitud chulesca y claramente insultante hacia aquellos que defienden postulados de izquierdas, sin olvidar el desprecio demostrado hacia quien debía ser la moderadora del acto, demuestran claramente cual es el objetivo que persigue ese partido de la extrema derecha española y que no es otro que la de acabar con la democracia y restaurar su tan anhelada dictadura.

La actitud mostrada por Vox hace que se vea con claridad que en absoluto creen en aquellos valores que están permitiendo que incluso gente y partidos con idearios tan despreciables como los suyos participen de un proceso democrático en el que no creen. Y es precisamente esta circunstancia la que debería hacer que nos preguntemos si en aras de la democracia todo vale.

Hay quien defiende erróneamente desde mi punto de vista, que amparándose en el precepto de libertad de expresión se puede decir cualquier cosa y que por tanto cualquier manifestación por ofensiva que pueda resultar, debe ser permitida. Ello supone claramente que quienes defienden la xenofobia, la homofobia o incitan al odio al que no piensa como ellos puedan campar a sus anchas y sin más. Se aprovechan de algo en lo que no creen y que les permite adquirir una relevancia que nunca deberían tener en un estado democrático.

Otros hablan claramente de establecer un cordón sanitario a Vox, que permita aislar de una vez por todas a quienes no creen en la democracia y evitando con ello que la extrema derecha entre a formar parte de ningún gobierno o tenga la capacidad de influir en las decisiones de los mismos. A mi entender esa debería ser la actitud a mantener, al igual que ocurre en otros países de nuestro entorno. Más que de un cordón sanitario, debería hablarse de un cordón democrático que mantuviera a raya a aquellos que no creen en el sistema y solo pretenden utilizarlo con la insana intención de enterrarlo.

Evidentemente ese aislamiento solo será posible si todos están dispuestos a aplicarlo, cosa que se antoja complicada si nos atenemos a las recientes manifestaciones de algunos portavoces políticos. La candidata del PP se niega a condenar la actitud de Vox, básicamente por que pone por delante su intención de gobernar a toda costa y si tiene que hacerlo pactando con la extrema derecha ya ha demostrado que se siente y se sentirá muy cómoda ya que son sus afines. El portavoz nacional del PP y alcalde de Madrid también se ha quitado la careta de tolerante con la que ocasionalmente hace declaraciones y ha dejado salir su verdadero yo defendiendo a capa y espada su pacto con Vox en el ayuntamiento y con el que dice sentirse muy a gusto.

Ese no es en absoluto el camino a seguir, en democracia no todo vale y bajo ningún concepto debería darse apoyo a quien no cree en el sistema. Participar de su sucio juego, solo puede acabar perjudicándonos gravemente a todos.