Comisaría de la Policía Nacional en Ibiza. | Daniel Espinosa

Andamos dando las primeras bocanadas a la temporada y el asunto ya promete en todos los sentidos con una crónica negra que algunos días no tiene hora de cierre. Lo que viene siendo el clásico non stop. Esta semana hemos tenido episodios de toda clase protagonizados por individuos de todo pelaje y condición.

El lunes, con el sol despuntando y antes de salir a tirar millas por Talamanca, un mensaje me apuntaba la detención de un individuo que había intentado secuestrar a un niño de 3 años en el Parque de la Paz. La última de mayo arrancaba fuerte con la fechoría de un sospechoso habitual, un clásico de comisaría con más de medio centenar de apuntes en su dilatado historial delictivo. Como es habitual, este tipo de noticias genera una cierta psicosis y el martes a primera hora alertaban de otra tentativa de secuestro, esta vez en Santa Eulària. En esta ocasión, la autora, una mujer que tumbó a otra madre para robarle el bolso. Afortunadamente, la colaboración ciudadana conllevó también su detención.

Paralelamente saltaba a la luz la condena a dos soldados de la UME que se habían marcado su particular openning en sa Coma, con alcohol, mujeres y micciones nocturnas a escasos metros del Centro de Menores. 20 días de arresto, exactamente 19 días más que el detenido el lunes por tentativa de secuestro, que el martes ya andaba suelto por la calle. A esas horas también campaba a sus anchas un individuo belga aterrizado en la Isla tras ser condenado en su país a 6 años de prisión por abusos a una menor. Más madera y no habíamos atravesado el ecuador de la semana. Tras un miércoles accidentado en la carretera, la crónica negra nos dejó ayer la detención de otros «viejos» conocidos de la Justicia por ir pegando palos por Ibiza y los juicios por dos escabrosos casos: el violento episodio protagonizado por el agresor de la motosierra y las graves lesiones causadas por un padre que zarandeó a su bebé porque le molestaban sus lloros. Pues eso, para llorar.