Imagen de archivo del puerto de Ibiza

El pasado lunes en el salón de plenos del Consell d’Eivissa se presentó la propuesta legislativa para que la institución insular pueda regular la entrada de vehículos en la isla. Razones para hacerlo no faltan, como todo el mundo puede comprobar con solo circular por las carreteras de Ibiza. No hace falta ningún esfuerzo para concluir que hay demasiados coches y que las vías públicas, tanto urbanas como interurbanas, están saturadas y en determinados momentos y lugares, al borde del colapso.

Nadie podrá decir que no estaba avisado de la voluntad política del gobierno insular que preside Vicent Marí, porque lo expresó en su discurso de toma de posesión en 2019 y también en el debate de política general del año 2021. Y lo cierto es que parece haber un amplio consenso político y social alrededor de la necesidad de adoptar una medida similar a la que implantó el Consell de Formentera en 2019. E incluso el Govern balear, en boca de su vicepresidente, Juan Pedro Yllanes, se ha manifestado a favor de ayudar todo lo que se pueda y acelerar la medida que solicita el Consell d’Eivissa, algo que hay que agradecer.

A priori, lo que resulta preocupante es que el Consell d’Eivissa mire tanto a la regulación hecha hace cuatro años en la Pitiusa del sur, básicamente porque no parece haber resuelto los problemas que aconsejaron adoptar tan drástica medida. Y porque, además, Formentera establece cupos de entrada a los vehículos de residentes en Ibiza que son un absoluto despropósito y que incluso cabe calificar de afrenta: 220 turismos y 20 motos. ¡20 motos al día!

Cuando se autorizan 2.376 turismos y 6.160 motos, la cifra reservada para los ibicencos es irrisoria y mejor resulta omitir que se es de la isla vecina y solicitar la entrada como mallorquín o menorquín, a quienes se reserva un máximo de 1.980 turismo y 200 motos.

Pero al margen de esto, que es un agravio lacerante y que debiera tener un tratamiento recíproco en la futura normativa ibicenca, sigue sin resolverse el problema de la movilidad de residentes y visitantes en la isla de Ibiza durante la temporada alta turística.

He lanzado antes esta pregunta y vuelvo a hacerlo ahora: ¿Está el Consell d’Eivissa en condiciones de asegurar hoy por hoy la movilidad de residentes y visitantes en transporte público, si se limita la llegada de vehículos particulares? A mi no me lo parece y convendría en esta materia, como en tantas otras, no empezar la casa por el tejado, no vaya a resultar peor el remedio que la enfermedad.

Dificultades de movilidad

Los problemas para desplazarse en los meses de mayor afluencia de turistas ni es nueva ni es algo que sólo suceda en Ibiza. Formentera también sufre esta problemática y también Mallorca, donde los visitantes pasan horas en el aeropuerto a la espera de un taxi.

Es prácticamente imposible disponer de un sistema de transporte público capaz de adaptarse automáticamente a la demanda, cuando nuestro modelo turístico es enormemente estacional y la demanda se multiplica en los meses de junio, julio, agosto y septiembre. Y eso lo sabe la industria turística, los residentes y también los gobernantes.

Pero es preciso destacar que Ibiza no es Formentera. Merece la pena reflexionar sobre la idoneidad de calcar en Ibiza el modelo de la isla vecina, porque en este asunto tan crucial, no se puede fallar.

Además, si el problema es el parque de vehículos de alquiler sin conductor que desembarca cada verano en Ibiza, sin que nadie sea capaz siquiera de determinar el número exacto porque, además, están matriculados fuera y ni pagan el impuesto de circulación aquí, ¿por qué no se actúa limitadamente sobre el foco del problema?

Nadie sabe en Baleares cuántos vehículos de alquiler circulan por nuestras carreteras. Con la normativa actual parece imposible conocer este dato que resulta crucial para tomar cualquier medida. Porque además, si se reduce un medio de transporte y no se reduce el número de visitantes, habrá que aumentar los otros medios de locomoción para asegurar la movilidad de todos, residentes y turistas.

Una vez más, el problema no está en el qué, sino en el cómo. Y francamente, lo de copiar un modelo como el de Formentera, que no ha resuelto nada excepto hacer más ricos a los propietarios de rent a car, no me parece lo mejor para Ibiza. Pero doctores tiene la Iglesia... y técnicos el Consell d’Eivissa.