Hace algunos años ya que el escenario político en nuestro país anda bastante lejos de una cierta estabilidad. Se acabó el bipartidismo que existió durante varias décadas y a día de hoy resulta bastante complicado que se puedan formar gobiernos con mayoría absoluta de un solo partido, salvo excepciones como pueden ser Galicia hasta ahora o recientemente Andalucía.

Los motivos que han empujado a los votantes a dejar de centrar sus votos en dos grandes partidos políticos serán sin duda objeto de estudio por parte de sociólogos y politólogos, pero creo que sin necesidad de profundizar demasiado en todo ello vale la pena reflexionar sobre esa cuestión y a donde nos ha llevado la misma.

En la presente legislatura el Gobierno del Estado se ha conformado con dos partidos políticos por primera vez desde la recuperación de la democracia en nuestro país. Muchos eran los que mantenían que un gobierno de coalición iba a tener un futuro incierto debido básicamente a la falta de costumbre de que participe en el mismo más de un ideario político y por ende diversos programas de partido.

Lo cierto es que el gobierno de coalición ha funcionado desde el principio con algunos altibajos en su coordinación, pero que hasta la fecha se han podido ir salvando. Sin embargo, sobrepasada la mitad de la legislatura las diferencias programáticas entre los dos socios se van haciendo cada vez más evidentes y las dos maneras de entender la política van haciendo mella en la capacidad de consenso. Todo ello, ligado por supuesto a una época complicada con pandemia de por medio y con una guerra a las puertas de la Unión Europea, está haciendo mella en el seno de la coalición gubernamental y la ultima encuesta conocida de intención de voto así lo refleja con bastante claridad.

El paso del bipartidismo (PP-PSOE) a dos bloques de partidos (izquierda-derecha o progresistas-conservadores, como prefiera llamarles cada uno) ha hecho que sobre todo la gestión de gobierno sea cada vez más complicada. Varias cosas quedan muy claras en esa última encuesta; que una vez superada su crisis interna, el PP en la oposición va recuperando terreno, que la extrema derecha va perdiendo gas y de momento se estabiliza en cuanto a resultados, que el PSOE partido mayoritario en el Gobierno de la Nación está a la baja y finalmente que el socio Unidas Podemos sigue en retroceso como en las últimas convocatorias electorales.

El resumen es muy evidente: la oposición gana terreno y la derecha pactando con la extrema derecha podría llegar a gobernar, mientras que los partidos progresistas pierden fuelle y su valor cotiza a la baja. Sin duda el detalle más relevante es que los partidos a la izquierda del PSOE no se hacen con los votos que pierden los socialista, mientras que el PP no solo se queda con la mayoría de los que fueron votantes de Cs, si no que además también rasca algo entre los de Vox.

No parece por tanto que la radicalización de Unidas Podemos, que cada vez es más clara, vaya a ayudar mucho a que el frente progresista pueda reforzar sus posiciones, más bien empeora el escenario. El núcleo de votantes que es capaz con su voto de pasar de apoyar a los progresistas a hacerlo a la derecha, no ve con buenos ojos lo que está haciendo UPodemos, que no es otra cosa que pretender ser parte del Gobierno y al mismo tiempo actuar como oposición cuando le conviene.

Parece poco razonable mostrar precisamente una postura radicalmente antibelicista en una coyuntura de peligro real cuando se esta produciendo la sangrienta invasión de Ucrania por parte del ejercito ruso. No olvidemos que países tan tradicionalmente neutrales y poco partidarios de los bloques bélicos como son Suecia y Finlandia acaban de solicitar formalmente su adhesión a la OTAN. Por supuesto que no se trata de defender en ningún caso una guerra, pero la realidad demuestra que defenderse en solitario ante las decisiones de un descerebrado como Putin, resulta realmente complicado y peligroso.

Hay momentos en los que la realidad se impone y los devaneos políticos y la falta de compromiso no parecen ser los mejores avales de cara a una próxima convocatoria electoral.