En la mar han regido piratas galantes y corsarios virtuosos de sesgo romántico, pero la mayoría solían ser una panda de chacales capaces de afeitarte el cuello por una mínima ganancia. ¡Y qué decir de las lobas de mar! El pirata más poderoso de los siete mares fue una viuda china, Madame Ching, quien amedrentaba a la flota del mismísimo emperador. La mar pitiusa no fue una excepción y se defendió valerosamente a sangre y fuego contra las razzias de los crueles piratas berberiscos.

Y hoy necesitamos más corsarios con el sentido del honor del gran Antonio Riquer, pues la situación vuelve a ser dramática.

En muchas playas y bahías ibicencas pretenden dominar una serie de chacales gilipollas sin cortesía náutica ni respeto alguno por la vida de los otros. Y muchos se dedican al negocio de chárter o alquiler de motos acuáticas. Ignoro si sus actividades son legales o piratescas, pero lo que resulta intolerable es su peligrosa grosería. El pasado viernes, fondeado en Cala Comta, un cretino en zodiac pasó a menos de un metro de mi popa. Cuando le avisamos que tuviera cuidado, se volvió con chulería espetando que él iba por donde le daba la gana. Por supuesto solté un par de gritos a esa rata sin educación. Al cabo de media hora regresó a cuarenta nudos, entre bañistas y otros barcos fondeados, haciendo un quiebro a poca distancia. Un homicida en potencia que encima hace negocio. Se dedica a esperar a numerosas motos acuáticas que luego guía a San Antonio.

Tales situaciones son ya bastante corrientes debido a la cobardía de tanto marinero de agua dulce, que no se atreve a protestar hasta que le pasan por la quilla. El silencio de los corderos significa la dictadura de los chacales.