Imagen de archivo del Consell de Ibiza.

Parece que las tradiciones están para romperlas y olvidarlas. Esta es la sensación que le puede quedar a uno al conocer las diversas intervenciones públicas de nuestros políticos el pasado día 8 del presente mes de agosto. Tradicionalmente esa fecha ha venido siendo una jornada de exaltación y reivindicación de insularismo frente a los gobiernos de ámbito superior, como son el autonómico y el estatal.

Hace falta mucho más valor y sinceridad para reivindicar determinadas cosas que, intencionadamente o no, se están dejando aparcadas por parte de todos. Y digo todos por que son reivindicaciones por las que deberían luchar tanto los que gobiernan, como los que están en la oposición, ya que ambos cuando llega la hora de confeccionar los diversos programas electorales las incluyen en los mismos para tradicionalmente dejarlas aparcadas hasta la siguiente contienda electoral en la que se volverán a esgrimir vanamente.

Está muy bien recordar la entrada de las tropas de Guillem de Montgrí en el recinto amurallado de Dalt Vila, allá por 1235. También parece lógico desde el punto de vista político hacer algún anuncio que afecte al presente, o desde la oposición recordar algún compromiso pendiente de cumplir. Pero, sinceramente, se han echado en falta reivindicaciones que podríamos denominar históricas, sobre todo si nos atenemos a los años que hace que se vienen reclamando y posteriormente aparcando y olvidando.

No se puede reclamar más autogobierno, más competencias bien dotadas. Tampoco alardear de la capacidad de los ibicencos para dirigir nuestros destinos, para defender y preservar nuestra identidad insular; cuando ese mismo pueblo de Eivissa ve como una legislatura tras otra, todos absolutamente todos, acaban plegándose a intereses superiores y demostrando una manifiesta incapacidad para plantar cara ante quien corresponda a la hora de reclamar nuestros derechos como habitantes de esta isla.

Si realmente creen los que están al frente de nuestras instituciones que tenemos derecho a gestionar muchas más competencias de las que tenemos actualmente, a qué esperan para plantarse y hacerse fuertes en la lucha por la resolución de injusticias y agravios, como pueda ser lo que está ocurriendo con el transporte público terrestre. Para empezar el gobierno insular actual debería ser mucho más contundente a la hora de plantarle cara a Palma en esta cuestión; pero aquí tampoco acierta la oposición dedicándose únicamente a criticar la gestión actual en esta materia, ya que en los años que gobernó tampoco tuvo la valentía necesaria para enfrentarse a sus superiores del Govern. Muchas cosas se están haciendo mal en esta materia, pero nadie ha sido capaz de decir «hasta aquí».

Lo mismo podemos decir con la promesa o compromiso electoral de reclamar para el Consell la gestión integral del agua. Unos y otros prometen cada legislatura que va a ser la que permitirá alcanzar este ansiado objetivo, que sin duda alguna resolvería muchos de los graves problemas que nos afectan, pero seguimos esperando y sin la menor esperanza de que se llegue a conseguir.

No se puede ser nada optimistas al respecto, ya que ni Palma está dispuesta a renunciar a los importantes ingresos que el canon del agua aporta cada año a sus arcas, en concreto 15 millones de euros anuales, ni se vislumbra el menor interés por parte de los políticos ibicencos en mostrarse lo reivindicativos que se debería para que esa competencia llegue a ser insular en algún momento. No olvidemos que a día de hoy lo que se invierte desde el Govern en nuevas infraestructuras y en el mantenimiento de las existentes, no llega ni a la mitad de la cantidad que se recauda en la isla. Otro gallo nos cantaría a todos, si pudiéramos disponer íntegramente de lo que pagamos cada año.

Es muy fácil hablar de nuestro lejano pasado y cabe señalar que es importante conocer de donde venimos, pero hay que recordar que es precisamente en aras de nuestra historia, por lo que no debemos olvidar qué es todo aquello que como pueblo y como isla queremos para nuestro futuro.

El 8 de agosto nos sitúa frente a nuestro pasado y ante nuestro futuro; es una fecha para reclamar lo que nos pertenece como isla y eso es algo que deberíamos saber hacer todos juntos, no divididos.