Los que me conocen saben bien que soy bastante tibio en cuestiones políticas. Soy, como me dijo uno de mis mejores amigos una noche en Albania, una persona equidistante. No creo en la siglas ni en unas ideologías que han sido pervertidas hasta la saciedad según le convenía al representante de turno, pero sí creo en los hombres y mujeres que usan el cargo y la confianza que los ciudadanos como usted o como yo les hemos dado en unas elecciones para intentar hacer mejor este mundo en el que vivimos. No me importa que sean azules, rojos, verdes, morados o naranjas, me importa que nos hagan la vida más fácil y que solucionen nuestros problemas cotidianos y que ya que cobran un pastizal y cuentan con cientos de asesores, al menos no nos la estropeen más de lo que está.

Digo esto porque aún no he podido salir de mi asombro ante la campaña que han emprendido el presidente del Gobierno de España y sus ministros contra el presidente del principal partido de la oposición. Leas lo que leas, oigas lo que oigas, o veas lo que veas en televisión, solo te encuentras con representantes políticos que una y otra vez y de forma sistemática insultan como si estuvieran en el patio de un colegio donde todo vale. Tanto que hace unos días un conocido medio de comunicación se hacía eco de que hasta 11 ministros le han llamado a lo largo del verano vago, sectario, ignorante, cínico, inmaduro o  mentiroso.

Una escalada verbal que me preocupa pero al mismo tiempo me hace sentir pena ante la deriva que ha tomado la clase política de este país. Si con la que está cayendo, con los precios como están, con las colas del hambre aumentando cada día, con los problemas de nuestra frontera con África, con un invierno que se espera duro por la falta de energía o simplemente con el día a día complicado, lo único para lo que están los que nos tienen que sacar de esto es para llevar a cabo una campaña de insultos que busca menospreciar a una persona y frenar su subida en las encuestas yo, como Manu Gon, casi que pido la baja y me voy a vivir a una isla desierta.

Por favor, no entiendan esta pequeña reflexión como una defensa de los de un lado en detrimento de los del otro. No es una declaración de intenciones hacia un partido en lugar de los otros. Ni siquiera es una cuestión de ideología si aún queda alguna. Simplemente es una pequeña pataleta que necesitaba compartir con alguien por si entre todos encontrábamos alguna razón a este desbarajuste o pudiera comprender que todo esto tiene algún sentido. Que tanta acusación barriobajera es simplemente una cortina de humo porque realmente están trabajando por nosotros en la sombra y que dentro de unos meses todo será mucho mejor y los brotes verdes volverán a crecer por los rincones.

Ojalá pronto descubra que todo estaba perfectamente estudiado, porque les interesamos nosotros y no sus propios sillones. Que mientras nuestro ministro de Cultura y Deporte llama a su adversario «ignorante, sectario e incompetente» se está trabajando para que realmente el bono cultural para los jóvenes tenga algún sentido y no se destine a la compra de vídeojuegos donde te puedes convertir en tu villano preferido o disparar a matar a jóvenes que hacen lo mismo al otro lado del mapa. O que mientras la ministra de Ciencia tacha al líder de la oposición de «mentiroso» o «de parecerse cada vez más a líderes antidemocráticos como Trump» está trabajando intensamente junto a su equipo para que los jóvenes investigadores españoles por fin tengan los medios y los sueldos que realmente merecen por su aportación a nuestra sociedad. Incluso, seguro que la ministra de Educación mientras emplaza al líder de la oposición «a estudiar un poco más» y le llama «vago» está camino de encontrar una solución a nuestro problema educativo en España.

Ojalá que esto sea así porque a mi se me agota la esperanza en la clase política de un lado y del otro y porque al paso que vamos se me agotarán las viñetas de Mafalda con las que sigo mirando con optimismo a lo que tengo alrededor.