‘Rompa’, en el muelle de pescadores de Vila.  | Toni Planells

Aunque lleva 26 años retirado, Rompascotas, Toni Molio (Ibiza, 1928), no falta a su visita diaria al muelle de pescadores, donde ha trabajado toda su vida. Los pescadores de la zona aseguran que hasta hace poco tiempo, todavía se le podía ver zurciendo las redes junto a ellos. A sus 94 años no solo ha sobrevivido a una vida dedicada a la mar, también ha sobrevivido a la guerra y, más recientemente, al covid.

— Aunque usted se llama Toni, todo el mundo le conoce como Rompa, ¿a qué se debe?
— Sí, en realidad me conocen como Rompascotas de toda la vida. Se ve que de jovencito lo rompía todo y se me quedó ese nombre. Además, en la cofradía se llaman todos Toni, y de alguna manera hay que entenderse [ríe].

— ¿Dónde nació usted?
— Yo nací en las casas de don Jaume, que son las que están pegadas al acantilado de sa Penya. Allí nacimos todos los hermanos, ocho, de los que todavía quedamos cinco. Éramos de can Ramón d’es Valencià, pero también nos llamaban de ca na Pepa d’en Domingo porque había otro Valencià que no éramos nosotros. No me preguntes por el colegio porque apenas fui durante tres años. Iba a clase en sa Riba, que era donde estaban entonces los pescadores. En el piso de arriba del edificio nos daba clases Albert. Pero con la guerra se destruyó todo y ya no volví más al colegio.

— ¿Vivieron siempre en sa Penya?
— No. Con la guerra tuvimos que huir todos de allí, apenas quedó nadie en la zona.

— ¿Guarda recuerdos de la guerra?
— Sí. Cuando estalló yo tenía ocho años. Todo el mundo huía, unos a sa Torreta, otros a la Xanga, iban a cualquier sitio. Otros se marcharon a Valencia, como mis padres. Recuerdo perfectamente cuando pasaron los aviones. Yo ya estaba donde el hotel Benjamín; allí había una cuevecita desde donde vi todo el bombardeo. Los aviones hicieron una primera pasada por el mar, por la parte de poniente del Club Náutico. Allí soltaron algunas bombas en los varaderos antes de girar y bombardear la Marina. Pude ver perfectamente cómo caían y explotaban las bombas.

— ¿Estaba solo con su familia o con más gente?
— No, mi familia huyó a Valencia. Yo estaba con mi padrino, Joan, su novia, Pepa, y su madre, que no recuerdo su nombre. Nos fuimos hasta Sant Miquel, pero antes estuvimos en una finca, sa Real, unos cuantos días. De allí a Santa Gertrudis y después a Sant Miquel antes de volver a sa Real. Caminábamos generalmente de noche y, cada vez que pasaba un coche, nos escondíamos en la cuneta. Habían entrado los nacionales y a todos los que tomaban por rojos les cortaban el cuello directamente. Sin cárcel, ni juicios ni nada: al cementerio, dos tiros y listos.

— ¿Estuvo mucho tiempo con su padrino y su familia?
— No. Apenas estuve con mi padrino; tuvo que esconderse durante toda la guerra. Si no, le hubieran cortado el cuello a él también. No tuvo mejor idea que pintar la hoz y el martillo en su llaüt, el Vicenta (que, más adelante, lo acabé comprando yo, junto a mi hermano y otro socio). Como estaba con la madre de mi padrino, me acabó reclamando mi abuela, Catalina. Entonces volví a Santa Gertrudis, donde estuve haciendo de pastor hasta que terminó la guerra.

— ¿Volvió con su familia a sa Riba alguna vez?
— Sí, cuando acabó la guerra y volvieron de Valencia. Lo que pasó es que, al llegar a nuestra casa de sa Riba, la habían vaciado de muebles durante el tiempo que estuvimos fuera. Lo hicieron con todos los que se fueron. Poco después, en el 41, mi padre y mi hermano salieron a pescar y murieron ahogados. Yo tenía 13 años y ya estaba harto de hacer de pastor. Como mi madre vendía pescado en la plaza, a mí me tocó cuidar de mis hermanos pequeños, Paco, que tenía nueve meses, y de mi hermana Antonieta, que solo tenía siete años. Los demás hermanos estaban haciendo de pastor.

— ¿Trabajó siempre como pescador en Ibiza?
— No. Estuve mucho tiempo viviendo en Melilla. Desde el 42 al 51. Allí estuve trabajando en distintas cosas: como fontanero, en una fábrica de mosaico, en el muelle y también como pescador, claro. En esa época también estuve haciendo la mili en Canarias. Antes de volver a Ibiza, ya casado, pasé también por Valencia, en Oliva, donde trabajé en una fábrica de ladrillo. Allí ganaba 18 duros a la semana, salí a pescar un día en Ibiza y gané 75 pesetas en una jornada. Por eso decidí volver a Ibiza, donde me dediqué de lleno a la pesca hasta que me jubilé a los 66 años. También estuve como patrón de la lancha de Alonso Marí durante muchos años., compaginando con la pesca. Aunque es verdad que no he dejado de venir a la Cofradía desde entonces. De hecho, el día que no vengo, por aquí me dan por muerto. Como cada vez que se pone la madera a media asta [ríe].

— ¿Volvió a Ibiza ya casado?
— Sí, con Antonia. La conocí en Melilla, ella era de allí. Aunque sus padres eran malagueños, yo la llamaba ‘mora’ (sonríe con nostalgia). Estuvo en Ibiza desde que tenía 22 años, tuvimos una hija, María Concepción, dos nietos, Óscar y Hugo, un bisnieto, Adrián, y otro que viene de camino que también se llamará Hugo. Ahora ya soy viudo, Antonia falleció el año pasado, a los 89 con covid. Estuvimos ingresados por covid ella, mi hija y yo. Antonia había tenido algunos problemas de corazón y otras patologías; estaba delicada y no lo pudo superar. Pero mejor no hablar de enfermedades.

— Hablemos, pues, de cómo ha cambiado la pesca en Ibiza desde su experiencia.
— Una barbaridad. Para empezar, antes teníamos las barracas en sa Riba y ahora están al otro lado del puerto. Pero lo peor es que donde antes pescábamos una tonelada ahora se pescan cuatro cajones. Había ocho barcas, aunque todas juntas no tenían la potencia que tiene una sola de las de ahora. Eso sí, se pescaba muchísimo, ahora incluso hay algunas especies que ya ni se encuentran, como la salpa (había muchísima y ahora no encuentras ni una). Tampoco se encuentran esas anguilas enormes que había, en las ruedas de camión del puerto (que hacían de defensa) estaban llenas de sus crías, no les hacíamos ni caso.