Jesús Navarro en la librería El Quijote tras su charla con ‘Periódico de Ibiza y Formentera’. | Toni Planells

Jesús Navarro (Pinarejo, Cuenca, 1961) llegó a Ibiza con solo 11 años con toda su familia. Desde bien joven supo buscarse la vida en el Sant Antoni de los años 70 y 80 más allá de la hostelería y la construcción: la venta de prensa.

—¿De dónde es usted?

—Yo soy de Pinarejo, pero nací en Cuenca accidentalmente por alguna complicación en el parto. Yo fui el cuarto de los cinco hijos que tuvieron mis padres, Virgilio y Antonia.

—¿A qué se dedicaban sus padres?

—Mi padre era jornalero y trabajó en el campo antes de dedicarse a la construcción cuando vino a Ibiza. Mi madre también trabajaba mucho en el campo, además de encargarse de la casa y de los hijos, que no era poca cosa. Cuando se iban a trabajar nos dejaban a los niños al cargo de darle la comida a los animales de casa y mantener el fuego de la cocina encendido. Yo creo que mi generación es más disciplinada que las siguientes por cosas como éstas. Hoy en día sería impensable que unos niños de 11 años se hicieran cargo de cosas así.

—¿Cuándo llegó a Ibiza?

—Llegamos a Ibiza en 1972. Antes ya habían venido primero mi hermana mayor, Paquita, después mis otros dos hermanos mayores, Andrés y Julián, y terminaron convenciendo a mi padre para que viniera con el resto de la familia. Vivíamos en s’Hort de l’avi, delante del hotel Palmyra y cada día teníamos que ir caminando hasta el colegio Vara de Rey, en Sant Antoni.

—¿Continuó con sus estudios?

—No. Lo del colegio no acababa de ser lo mío y me puse a trabajar. En esa época jugaba en la categoría de infantiles del Portmany. El entrenador, Ríos, nos dijo que necesitaban un ayudante de camarero en el hotel Marco Polo. Ése fue mi primer trabajo serio y con nómina, pero antes ya había estado haciendo otras cosas para ganarme algún dinero. Repartía publicidad de la peluquería Anuska. Me daba 50 pesetas por repartir los folletos por la calle. Viniendo de un pueblo de Castilla me parecía que habíamos llegado a la isla de los ricos. Además, recogía las botellas de cristal junto a mi amigo Ramón o echaba una mano a Benito colocando revistas en el Kiosco Nito. Entre una cosa y otra nunca me faltó nada para ir al cine y comprarme mis cuatro cosillas.

—¿Trabajó mucho tiempo en el hotel?

—No. Solo una temporada. La siguiente me ofrecieron 2.000 pesetas más al mes y estuve en Cala Gració dos temporadas. Las últimas dos temporadas que hice en hostelería fue en el Pinet Playa con Raconet. Después, hacia 1982, volví al Kiosco Nito. Esta vez trabajando de manera seria, vendiendo prensa. En aquellos años, un domingo podíamos llegar a vender hasta 1.000 periódicos entre todas las cabeceras que teníamos. Teníamos prensa de multitud de países. Incluso venía una avioneta desde Italia cada día para traernos La República y Il Giornale y los alemanes nos compraban hasta las ediciones regionales de su país. También se vendían cantidad de revistas semanales: 40 Interviú, 40 Cambio 16, 30 Tiempo... También se vendía muy bien los Jueves o los Papus. Salíamos de una dictadura y la gente tenía muchas ganas de enterarse de cosas. La prensa daba mucho dinero. El día que murió Paquirri no se podía abrir el kiosko por culpa de un temporal, pero por la puerta trasera había una cola que ni te puedes imaginar. También se montaban corrillos improvisados con clientes de la talla de Múgica, Pilar Miró o Pedro Erquicia. Sin embargo, también se secuestraron varias revistas en aquellos años.

—¿Recuerda algún caso de secuestro de alguna revista?

—Sí, claro. Que yo recuerde, nos secuestraron cuatro revistas en los primeros años 80: Dos Cambio 16, un Papus y un Interviú. Venía una pareja de la Guardia Civil y te preguntaba cuántos ejemplares tenías de la revista secuestrada. Tú se lo decías y te ellos hacían un papelito y te ordenaban que no las vendieras. Normalmente yo ya había apartado un ejemplar antes de que llegaran.

—¿Hasta cuándo estuvo en el Kiosco Nito?

—Hasta el 85. Ese año me casé con Ana, compramos un local en la calle Estrella y montamos la librería Quijote. Tuvimos a nuestros hijos, Sara y Álex, que tiene a mis nietos Gala y Teo. Álex también es quien se ha hecho cargo de la librería desde hace un tiempo.

—¿Fue bien la librería?

—Sí. De hecho se nos quedó pequeño el local y nos mudamos unos años más tarde a la calle Ramon y Cajal, donde sigue abierta a día de hoy.

—¿Ha cambiado mucho el negocio de la venta de prensa durante estos años?

—Ya lo creo. Ahora mismo he dejado de recibir periódicos como el Sport, Mundo Deportivo, La Razón, el ABC o El Periódico de Catalunya. Ahora solo queda El País y El Mundo como nacionales, el As y Mundo Deportivo en cuanto a deportes y el Diario y Periódico de Ibiza y Formentera como periódicos locales. Antes vendíamos más periódicos un domingo en el kiosco de los que se venden hoy durante toda la semana en todas las librerías.

—¿Cómo decayó la venta de periódicos?

—Hubo varias épocas en las que se fue recortando la venta de prensa en las librerías. Una fue cuando se empezaron a vender periódicos como gancho en negocios como gasolineras, bodegas o estancos. Después llegó internet y bajaron mucho las ventas, pero lo peor fue la pandemia. Antes, todavía se vendían unos 300 ejemplares entre los dos periódicos locales. Hoy apenas se venden 48 diarios y 84 Periódico de Ibiza y Formentera.