Lo primero que sorprende de la exposición «Les aromes d'Al-Andalus» es su ubicación, una vistosa carpa en el centro del aparcamiento de la calle Murcia de Eivissa. Lo segundo, el aroma de rosa que se esparce desde una pequeña urna situada en la entrada. Esta muestra, que permanecerá abierta hasta el próximo día 21, reconstruye fielmente todos los olores que eran habituales en la sociedad andalusí, desde las especias hasta los perfumes que se empleaban en la época. Por el momento, la afluencia de público es tal y como se esperaba: masiva.

La exposición es fruto de tres años de investigación, en la que han colaborado mano a mano historiadores y químicos. Los primeros se han encargado de descubrir cuáles eran los olores más comunes en las ciudades; a los segundos les ha tocado convertir en aroma las indicaciones de los primeros. La Fundación Cultura Islámica se ha encargado de comprobar que los trabajos se ajustan a la verdad.

El resultado son un conjunto de urnas de cristal en las que, de una manera casi mágica, se concentran los olores del cardamomo, el castóreo o el ámbar gris, una sustancia que se encuentra en las vísceras de los cachalotes y que, a pesar de lo que pueda parecer por su procedencia, huele a cielo.

Todos estos recipientes van acompañados de unos vistosos paneles en los que se explica su procedencia. Si uno posee unas cualidades olfativas en condiciones puede jugar a acertar qué es lo que esconde el interior del cristal. En algunas nos podemos llevar una sorpresa no demasiado agradable.

Una de las partes más espectaculares de esta muestra, que ha instalado en Eivissa la «Fundació la Caixa» en colaboración con el Ayuntamiento y el Consell, son las instalaciones en las que se recrean al milímetro los zocos, las casas andalusíes o los jardines. En éstas, no sólo se ha recuperado el olor, sino que también se han colocado todos los productos que se podían encontrar en un zoco o todos los muebles que conformaban un hogar en la época. La recreación es perfecta.