Un reportero del diario inglés «The Guardian» tomó el islote ataviado de sir Walter Raleigh.

La situación que se ha generado a lo largo de toda la semana pasada en la Isla de Perejil ha provocado un gran interés para la prensa británica, que compara la situación en este islote con Gibraltar. Aprovechando la gran polémica internacional, el periodista del diario británico 'The Guardian' Stephen Moss se decidió a ir más allá y puso en marcha una operación «en respuesta a la hipocresía española» para proclamar la soberanía británica en s'Illa de ses Rates, situada frente a Platja d'en Bossa y ses Figueretes.

El reportaje salió publicado ayer ocupando la portada del suplemento 'G2' de la edición europea del rotativo británico y, a doble página, el reportero narra, en clave de humor inglés, todos los pormenores de su «toma» porque, tal y como escribe, «ya va siendo hora de que los españoles reciban una lección». Avispado y provocador, el periodista arremete desde los primeros párrafos con la política internacional española al preguntarse «cómo puede ir [España] pidiendo Gibraltar cuando se niega incluso a discutir el estatus de Ceuta y Melilla, sus enclaves en Marruecos» y propone que «hay que darle a España un poco de su propia medicina».

El reportaje incluye, con todo lujo de detalles, todos los preparativos y puesta en marcha de una maniobra en la que el conquistador, el propio Moss, eligió como arma un megáfono, el palo de un salabre para colocar la Union Jack, la bandera británica, y como uniforme la vestimenta de sir Walter Raleigh, conquistador de Virginia, además de llevar entre sus víveres un buen queso Stilton. A pesar de la pérdida de parte de sus maletas durante el viaje y de lograr pasar desapercibido a su llegada al aeropuerto a medianoche, a pesar de su sombrero emplumado, Moss, sin maleta pero con megáfono, y acompañado por un fotógrafo, se lanza a proclamar la soberanía británica sobre el islote.

Entre retrasos y cervezas, llega el momento de llevar a cabo la operación nocturna, de conseguir algo con lo que llegar hasta el peñón. Tras pagar 250 euros y dejar el pasaporte de Moss, parten en pedaló hacia la isla, donde desembarcan a las 21'58 horas («marco el momento para los futuros historiadores»). Al amanecer llega la hora del reconocimiento: «Es un lugar donde no hay nada, ni si siquiera ratas, y que parece más grande de lo que pensábamos». «No es una simple piedra en el mar, sino una estratégicamente importante masa de tierra. De pronto, mi ennoblecimiento parece posible», calcula.

Es hora de buscar un nombre para la isla que, tras una nada fácil deliberación en la que sopesa, incluso, el del primer ministro Tony Blair, aunque se descarta («de ninguna manera»), se decide por bautizarlo como Stilton, el queso que forma parte de los víveres transportados a la isla y que tras un buen rato impregna el aire.

Tras la conquista, el periodista llamó al Foreign Office (Ministerio de Asuntos Exteriores) en Londres para informar de que Reino Unido tenía un nuevo enclave, algo que pareció no impresionar al responsable de prensa de este ministerio que comentó a través de un portavoz que la operación había pasado de moda: «Ahora estamos más por la labor de compartir rocas que por ocuparlas», indicó. Desilusionado, el periodista se dirige al Ministerio de Defensa, donde le dicen que «si quiere declarar la isla británica, eso es cosa suya». Luego contacta, sin éxito, con la Oficina de Información Diplomática española, «donde nadie habla inglés», y con la Guardia Civil. Ahora «tenemos un nuevo territorio en el Mediterráneo, junto con Gibraltar, y España tiene un nuevo dolor de cabeza diplomático».