Vicente Juan Segura, obispo de Eivissa, ayer, minutos antes de la entrevista. | ESTER REQUENA

Vicente Juan Segura, obispo de Eivissa, ya había tenido la oportunidad de saludar e intercambiar algunas palabras con Benedicto XVI en un viaje que realizó al Vaticano en 2005. Sin embargo, le resultó especialmente emocionante que uno de sus antiguos compañeros de estructura diplomática (trabajó durante 11 años organizando los viajes de Juan Pablo II) le reconociera en Santiago e instara a Su Santidad a que le saludara en la catedral de la ciudad. Recién llegado y con la emoción todavía visible en el rostro, el obispo de Eivissa cuenta en esta entrevista cómo vivió el último viaje del Papa a España, los objetivos de la visita a Santiago y Barcelona, algunas de las declaraciones más comentadas que ha hecho el Santo Padre y el papel de la Iglesia en la sociedad española e ibicenca.

-¿Qué momentos recuerda como los más emocionantes?

-Para la gente que participa creo que el momento más emocionante es ver al Papa y escuchar su palabra. En Barcelona, me resultó muy emotiva una pareja de dominicanos que encontré por la tarde que me contaron que llevaban desde las dos de la tarde esperando al Papa porque su hija pequeña lo quería ver y así poder llamar a su abuela, que estaba en República Dominicana, para contarle que lo había visto. Desde el punto de vista personal, éste fue el primer viaje en el que era uno más, pues había estado trabajando 11 años en la organización de los viajes de Juan Pablo II. Me conmovió mucho cuando el Santo Padre pasaba por el medio de la fila donde estábamos los obispos. Uno de sus acompañantes con el que yo colaboré en aquellos 11 años me reconoció, dio un ligero toque a Su Santidad para que me saludara y entonces, cuando se acercó a mí, le besé la mano. Experimenté ese gesto como un reconocimiento y aprecio al tiempo que estuve en aquella estructura organizativa.

-¿Cuáles diría que son los objetivos de las visitas de Su Santidad?

-El visitar a los pueblos es una expresión más de ser Papa, que tiene la misión de confirmar a los católicos en la fe. Él se acerca a la gente movido por el amor a los pueblos, impulsado también por su misión de pastor, que se siente a gusto y feliz conduciendo a las ovejas por el camino justo. La expresión máxima de estos viajes estuvo dada por Juan Pablo II, que dio la vuelta al Mundo varias veces. Benedicto XVI continúa con esta labor.

-Su Santidad afirmó que el laicismo va en aumento, ¿está de acuerdo?

-Creo que las declaraciones del Santo Padre son muy acertadas. Por lo que he leído no se refería concretamente a la situación española entre los años 31 a 36 sino a la situación europea en general. El Santo Padre nos deja muy claro que el laicismo va contra el hombre. En cuanto se prescinde de Dios, que está en el origen del hombre, causa mal al hombre por eso es que el laicismo es malo. Bueno es la libertad de pensamiento; ahora, cuando eso se dirige contra el hombre, se convierte en malo. En la Europa de los años 30 se crearon muchos dramas humanos.

-Benedicto XVI comentó que además de necesidades económicas, en Europa hay necesidades morales y espirituales. ¿Tenemos también crisis de valores?

-Naturalmente. La crisis económica tiene sus orígenes en una crisis de valores. Si los valores dominantes fueran la solidaridad, la fraternidad, el compartir y el sentirnos hermanos, trabajaríamos no con actitud individualista sino con actitud comunitaria, que evita el padecimiento de los otros. Por eso, las medidas técnicas económicas que el gobierno se esfuerza para poner en marcha no producen el resultado deseado, porque falla el sustrato.

-En momentos de dificultad, ¿el catolicismo es fuente de esperanza?

-Por supuesto. Una persona que vive al margen de Dios no vive en plenitud. La relación con Dios en alegrías y tristezas ayuda a mejorar las mismas. Ahora bien, nadie puede decir que tiene a Dios como padre si no tiene a la Iglesia como madre. La Iglesia tiene la función de ser puente entre Dios y el hombre.

-Defíname el papel de la Iglesia en la sociedad del siglo XXI.

-Es el mismo que cuando la fundó Jesucristo. La misión de la Iglesia es ser la gran familia de los hijos de Dios y ser la transmisora del Evangelio en la sociedad.

-¿Qué nivel de impregnación tiene la institución eclesiástica en Eivissa?

-La sociedad ibicenca es muy buena y tiene unas profundas raíces cristianas. El servicio que hace la Iglesia en la isla es extraordinario, de hecho, si no estuviera se notaría. Sólo piense en la cantidad de alumnos que tenemos en los colegios católicos, en la cantidad de ancianos que tenemos en la fundación de Ignasi Wallis, a la gente que educamos en catequesis, las parejas que reciben formación antes de formalizar el matrimonio y toda la gente que recibe ayuda a través de Cáritas. En mis visitas a las parroquias veo mucho dinamismo y mucha gente comprometida. La Iglesia en Eivissa está muy arraigada. Tanto, que somos la única institución que capilarmente llega a todos los rincones de las dos islas.

-¿La Iglesia está cerca de los jóvenes?

-Pienso que estamos bastante cerca de los jóvenes. Sin embargo, como cualquier obra, siempre es mejorable. Pensemos, por ejemplo, que las Jornadas Mundiales de la Juventud es el acontecimiento que más jóvenes convoca. En Eivissa ya estamos preparando nuestra participación para las próximas, que serán en agosto. Procuramos acercarnos a los jóvenes para ofrecerles un estilo de vida que les haga felices, aunque no siempre llegamos a ellos, como los padres tampoco no siempre llegan a los hijos. Pero finalmente los jóvenes perciben el mensaje y ciertamente cambian y mejoran su vida.

-¿Transmitirá el mensaje de Benedicto XVI a sus fieles en Eivissa?

-Ciertamente. El Santo Padre nos ha dejado siete discursos que tienen que ser pensados, meditados y ser aplicados en la práctica. Dedicaré interés, energía y tiempo a estudiarlos.