El próximo president, José Ramón Bauzá, se presentó ayer en el Parlament con un discurso pensado para un tiempo sin emociones fuertes, a años luz de los escritos de Matas cargados de fuegos de artificio, «sin sorpresas ni golpes de efectos»; que, en buena parte, podría haber pronunciado el president saliente, Francesc Antich, o cualquier líder socialista amante de la 'tercera vía' de Giddens y Blair; un discurso pensado para épocas de resignación ideológica, siempre que no sea la que marcan los mercados; un discurso en que identificó claramente a los compañeros preferentes, «empresarios, grandes y pequeños» y «sector» (que es como llaman a los hoteleros y empresarios del ramo los expertos en mercados turísticos) para un viaje, sólo iniciado pero que será largo, «haré todo lo posible para que estos cuatro años sean trascendentes para los próximos cuarenta» y que incluyó, un alegato a favor de la regeneración política con uno de esos párrafos pensados para titular, que será «implacable con aquel que se atreva a meter mano en la caja», que tanto Antich, quien captó elementos «positivos» en la intervención de 33 minutos, como Manel Carmona, de IU (ayer, pululando por el Parlament buscando alguien que recogiera su valoración) habían utilizado en la campaña electoral. Épocas de confusión y macedonia ideológica.
El nuevo universo del PP
El alegato contra la corrupción y la regeneración política tiene mucha importancia porque fue en ese punto donde Bauzá se mostró más duro. La única crítica del futuro presidente a prácticas del pasado era precisamente la que concluyó con una advertencia clara sobre su intención de «no admitir ningún caso más» (con lo que se desprende que antaño pudieron admitirse) de quienes «han abusado de la confianza de los ciudadanos en beneficio propio».
Le será difícil a Antich y Biel Barceló replicar, u oponerse, a lo que ayer expuso el candidato. Lo más, le podrán preguntar por lo que no dijo: que si no citó a los sindicatos; que a qué viene que las únicas referencias al territorio se vinculen a la «seguridad jurídica», que donde quedan las propuestas de igualdad.
Hay que fijarse en la fotografía central de esta página porque es la del PP que quiere recuperar el camino que Matas le hizo perder: junto al próximo president, Mabel Cabrer, única 'matista' aceptada «en este barco» y que no dejará pasar ni una a la verdadera oposición que se constituya cuando Antich se vaya; el alcalde Isern, el exalcalde Fageda y el 'padre político' de todo el grupo, Gabriel Cañellas, que juega un papel decisivo y que ayer era requerido por los medios como en sus buenos tiempos. Y falta María Salom para completar la foto.
¿Quién, si no Cañellas, podría haber sugerido al futuro president todo el apartado dedicado al sector primario y a la agricultura?, ¿quién, si no Cañellas fue un maestro en evitar por todos los medios la polémica lingüística? Del 'cañellismo' lo que no hereda Bauzá (por suerte) es el xescfortecismo que, en ocasiones, quiso imitar el peor Antich. Bauzá viene con un discurso (que Carlos Delgado parecía escuchar como si le hubieran dicho que no será conseller) y un tonillo que encantará al la derecha y, hasta a un sector de la izquierda que sueña con el centro. Viene con una música que entra bien en los oídos cuando no se buscan sobresaltos ni emociones fuertes. Lo de las «autopistas de la educación» es lo más parecido a las «infraestructuras silenciosas» de Manera. Fuera, cuando ya no quedaban políticos, la policía identificaba a una 'indignada' que gritaba «le llaman democracia y no lo es». Lo más 'fuerte', en fin, de una sesión con menos público del previsto y que anticipa una legislatura en la que no quedará claro si se hace una política de izquierdas o de derechas. Ya se sabe que el gran triunfo del diablo es hacer creer que no existe.