Las tres maestras titulares del CP El Pilar, la directora Esperança Riera y Neus Marí y Rosa Martí, resumen la experiencia educativa bajo un parámetro más allá de la escuela, de lo social, definen el centro como ‘una gran familia’. Para muchos pensar en una escuela rural con 38 alumnos, hasta hace poco se quedaban en la treintena habitualmente, es pensar en el pasado, en la libreta y el lápiz, el sacapuntas y la goma de borrar, pero en el CP El Pilar disponen de un completo equipamiento en materia de ordenadores, scanner, cañones de proyección, internet, impresoras y lo que sea necesario.
Esperança Riera, la actual directora del CP El Pilar estuvo en dicha escuela por primera vez en el curso 81-82, para el 90-91 obtuvo plaza definitiva en la Escola des Cap de Barbaria, otra escuela rural similar a la del Pilar, estuvo en ella durante tres cursos hasta que la cerraron y entonces regresó al CP El Pilar. Cuando se le explica que desde fuera es difícil de entender en los tiempos actuales y en una sociedad moderna y urbanita cómo se lleva a cabo una enseñanza en un centro en el que en las aulas conviven alumnos de hasta tres cursos distintos, la directora de entrada rebate el planteamiento: «Creo que en lugar de ser una desventaja es una ventaja porque los alumnos que están motivados quieren aprender de los que lo hacen mejor y saben más, los pequeños imitan a los mayores». Para Esperança Riera, la clave de la escuela está en «el hecho de convivir desde pequeños, que hace que acaben formado como una pequeña gran familia, se conocen desde siempre y los mayores cuidan y ayudan a los más pequeños, hay que pensar que en esta escuela pueden pasar hasta nueve cursos seguidos, desde los 3 años hasta 6º cuando ya tienen 12 años, lo que en esas edades es como pasar toda la vida juntos». Por eso, para ella, «la estructuración en un aula de diversos trabajos dirigidos a alumnos de diferentes niveles es una labor enriquecedora».
Cuando salen de la escuela aunque hay un cambio muy grande en el tipo de escolarización, en cuanto a los resultados la experiencia no es mala. «Los alumnos que eran buenos aquí, en el instituto han seguido con sus buenas notas, no han tenido problemas y los alumnos con más dificultades no empeoran», dice la directora del CP El Pilar. En términos parecidos se expresa Neus Marí, maestra especialista de inglés, quien asegura que los alumnos que van más flojos «tienen más atención individualizada porque tenemos menos alumnos y es más fácil trabajar con ellos». La diferencia de nivel es menos compleja de lo que lo hubiera sido hace tres o cuatro décadas. Los sistemas de enseñanza, indica Riera, han evolucionado y el sistema de fichas permite que en un mismo espacio físico se estén trabajando asignaturas distintas o las mismas pero con niveles muy diferentes.

«Todas hacemos de todo»
«Cada alumno trabaja en función de su nivel y la maestra va rodando por la clase atendiendo a unos y otros y resolviendo las cuestiones que se le plantean», y cuando se le recuerda que hace muchos años existía un maestro que se ponía en la tarima frente al encerado, como se le llamaba a la pizarra, soltaba un discurso y preguntaba, Riera no puede contener la risa: «Sí eso era hace mucho tiempo pero ahora las cosas no funcionan así y menos en una escuela de estas características».
Para Neus Marí el CP El Pilar es un caso especial, «es una escuela en la que todos vamos a una, las maestras estamos muy acostumbradas a coordinarnos a ayudarnos en todo y cuando digo todos a una incluyo a maestros, alumnos y padres de los alumnos porque todos formamos una piña de lo contrario muchas actividades no podríamos llevarlas a cabo sin los padres, nos ayudan mucho y por eso les abrimos las puertas y procuramos involucrarnos y -añade, contenta, Marí-, su implicación es una realidad». Marí considera que las diferencias de edad no son ningún problema, «lo tienen asumido, y para los mayores es normal ayudar a los pequeños, y los pequeños encuentran como lo más natural tener como compañero de excursión a alguien que sea más mayor, y por eso en clase, si tienen dudas y la maestra está ocupada, se dirigen a los mayores para que les ayuden».
Una opción «fantástica»
Rosa Martí, estuvo hasta hace unos años en el CP Mestre Lluís Andreu en Sant Francesc y ‘subió’ a la Mola tras una propuesta de la directora «y era una opción fantástica para mí porque vivo en la Mola y tenía ganas de participar en una experiencia un tanto distinta de la que conocía y al final le dije que sí». Martí se muestra encantada de su lugar de trabajo y confiesa que prácticamente siempre acude a la escuela en bicicleta, salvo cuestiones meteorológicas, y la bici apoyada en el exterior del colegio certifica su afirmación.
Una de las curiosidades del colegio es el biombo que separaba las aulas. «Biombo ya no lo utilizamos, antes sí lo hacíamos -explica la directora del CP El Pilar-, durante años tuvimos que funcionar así, desdoblábamos una clase en dos porque había dos maestras en la misma aula y en momentos determinados era muy necesario poder separar las dos clases, pero lo cierto es que desde la reforma que se hizo hace poco, hay un espacio, que debía ser para despacho, que finalmente decidimos utilizarlo como clase para los más pequeños, ahí caben una decena de alumnos y hemos perdido un despacho pero los alumnos han ganado en espacio».