La Marina es uno de los barrios más populares de la noche ibicenca. Las calles del puerto se llenan de turistas que pasean y buscan tomar una copa en alguno de los bares o pubs de la zona antes de acudir a las discotecas grandes de la Isla. Sin embargo, la imagen matutina del barrio contrasta con la euforia de la noche y se caracteriza por la tranquilidad.

El día en la Marina, incluso en verano, recuerda al silencio que reina en las calles del puerto todo el invierno. Se puede ver a algunos visitantes que se pierden por las calles y se fotografían junto a edificios antiguos, los distintos monumentos, el faro o los enormes yates que a menudo fondean en el puerto. Pero el ambiente en general refleja más el vacío que otra cosa y los protagonistas del día son los vecinos y los trabajadores de los comercios de la zona y no los turistas.

«Yo prefiero trabajar de día porque el ruido me molesta», explica Lídia, dependienta. Y es que, precisamente, una de las grandes diferencias entre el día y la noche en la Marina es el ruido. De día apenas se escucha nada y en cambio, la noche trae consigo música y alboroto. «Me parece que la gente ya está acostumbrada al ruido, o por lo menos yo ya he aprendido a trabajar con él», asegura, en cambio, Alicia, que hace el turno de noche en una tienda.

Los vecinos también tienen opiniones distintas, pero la opinión mayoritaria entre los que llevan toda la vida en este barrio es que los niveles acústicos nocturnos son excesivos. María es una de las ciudadanas que lamenta el ruido, pues considera que «hay días que es imposible estar tranquilo en casa, ni se puede abrir la ventana por la noche». A pesar de eso, los vecinos creen que en otros momentos la situación era peor y se consuelan con que solo se repita durante los meses de temporada.

Pero la noche también tiene aspectos positivos, sobre todo para los bares y restaurantes. A pesar de que durante la mañana las terrazas de las heladerías presentan clientela, la mayoría empieza a aparecer a media tarde y, sobre todo, por la noche. «Siempre tenemos más clientes por la noche», explica un camarero, «porque la gente viene a pasear y se para para descansar y tomar algo». En cambio, en las tiendas no pasa lo mismo; como explica Lidia, «muchos turistas vienen de fiesta directamente y no se quedan a mirar las tiendas», lamenta. Sin duda, los que viven de las horas nocturnas son los relaciones públicas de las discotecas que venden entradas y los de los bares, que se sitúan a sus puertas detallando las ofertas a los turistas. Los gogós y los pasacalles de los clubs marcan el ritmo y turistas de todas las edades se fotografían con ellos y suman anécdotas que explicar al volver a casa.

Pero la afluencia turística depende de la llegada de barcos más que de si es de día o de noche. Como explica Iluh, también dependienta, «siempre hay más gente de noche, pero cuando hay barcos se llena todo en un momento, aunque sea por la mañana». Para Iluh hay demasiadas diferencias entre un momento y otro del día: «Me gustaría que se diera un punto intermedio, porque en la tienda necesitamos que haya gente de día y no solo que vengan todos por la noche», asegura. «Eso sí, la crisis se nota y, en comparación con otros años, hay mucha menos gente que compra, porque hay turistas que entran, miran y se van igual, tanto de día como de noche». Para ella tampoco es problema el ruido, porque su negocio se encuentra en las profundidades del puerto y está alejado de pubs y discotecas.

Se dice a menudo que Eivissa es una isla de contrastes, entre el invierno y el verano, entre el día y la noche. La Marina resume bien esta afirmación, pues ofrece opciones muy distintas según si se busca la calma de un paseo matutino o la diversión que protagoniza la noche de la Isla. Sin embargo, una mejor transición entre los momentos de paz y euforia es la demanda principal de los vecinos del puerto.

Contrastes sí, pero de forma moderada
Los comerciantes de la Marina están de acuerdo al admitir que triunfan más de noche que de día, pues es cuando más gente visita la zona, especialmente turistas, que suelen comprar y consumir más. Durante la mañana, en cambio, casi no hay movimiento y esto se refleja en la actividad de los restaurantes, así como de las tiendas. La mayoría consideran que la diversidad es buena porque contribuye a mostrar diferentes imágenes de Eivissa que se adecúan a las necesidades de cada visitante. Sin embargo, creen que la diferencia entre horas de la jornada es excesiva, igual que entre verano e invierno.