Un operario rocía en zonas de proliferación con un producto biológico que ataca al insecto en su fase inicial.

El agua estancada que se acumula tras las lluvias en una pequeña barca varada junto a la Salinera puede provocar un problema de mosquitos en la playa de ses Salines, situada a aproximadamente un kilómetro en línea recta. En este caso, no habrá molestias para los bañistas porque ese foco ha sido tratado con Bacillus thuringensis, el producto que se emplea en la campaña de control biológico del Consell, pero ejemplifica lo importante que es evitar los estancamientos de agua. Es en esos lugares donde se concentran las larvas que más tarde se convertirán en mosquitos y es ahí donde se debe atajar el problema. Estos insectos viven entre una y tres semanas y son capaces de desplazarse hasta a tres kilómetros a la redonda.

«En campañas anteriores habíamos comprobado que, aunque en las grandes zonas se disminuía la población de mosquitos, no se obtenían los resultados esperados porque en las cercanías había muchas propiedades privadas con focos que lo impedían», explica Juan Argente, técnico de Tragsa y coordinador de la campaña de mosquitos que cada año ejecuta el Consell Insular d’Eivissa a través de esta empresa pública. Un bebedero para animales, depósitos mal sellados o un safareig pueden aumentar considerablemente la presencia de mosquitos en una zona. «Por eso en 2011, después de haber lanzado una circular para que nos avisasen donde hubiese problemas, realizamos una monotorización utilizando trampas en Can Cirer y Can Roig, dos barrios de Jesús», recuerda Juan Argente. Así se comprobó que mientras las trampas de ses Feixes aparecían limpias, las del núcleo urbano estaban repletas de mosquitos. «Históricamente se ha echado la culpa de los mosquitos a ses Salines y a ses Feixes por ser humedales cuando no siempre es así», señala el coordinador de la campaña.