Claveles rojos, mirto y mimosas, adornaron primorosamente el paso del Cristo de la Sangre.

El barrio de La Marina de Eivissa se desbordó ayer con todo el amor, el fervor y la devoción que los vecinos de este popular e histórico enclave de la ciudad le profesan a su Santísimo Cristo de la Sangre. La Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad, como cada Sábado de Pasión desde hace cinco años, llevó a cabo el desfile procesional de la sagrada imagen de su Crucificado por las calles aledañas a la Parroquia de Sant Elm.

Pasaban las ocho de la tarde cuando los cofrades y costaleros del Cristo de la Sangre se aprestaron para portar la sagrada imagen de su titular, trasladándola a pulso desde la capilla interior del templo hasta la cima del pequeño Gólgota que recrea el paso procesional, adornado para la ocasión con un monte de claveles rojos, mirto y fragantes mimosas.

En el exterior de la Parroquia de Sant Elm se impuso un respetuso silencio entre los numerosos fieles presentes mientras se ultimaban los últimos preparativos previos a la primera levantada. Fue entonces cuando Jordi Jiménez, capataz del paso del Cristo de la Sangre, alentó a su cuadrilla de costaleros con un emotivo mensaje en el que no quiso olvidarse «de las víctimas del reciente accidente aéreo en Los Alpes ni de todas aquellas personas queridas que ya no están con nosotros».

«Con una larga tradición familiar como cofrades», según explicó un Jordi Jiménez listo para realizar completamente descalzo el recorrido procesional, «el momento de sacar al Cristo de la Sangre supone para mí el día más grande del año. Son momentos que se deben vivir mirando cada uno a su interior, pensando en la familia y acordándose de los amigos con los que compartes tu vida cada día».

Los ecos de la caja de redobles y el sordo retumbar de los tambores marcando la cadencia de la marcha anunciaron desde la puerta lateral de Sant Elm el inicio de una procesión que recorrió un itinerario que en su trazado incluyó, entre otras, las calles Josep Verdera, Montgrí, La Cruz y la calle de la Farmacias (Annibal), para girar posteriormente hasta la zona de la pescadería vieja, emprendiendo así el camino de vuelta hasta la Parroquia de Sant Elm.

En este sentido, el presidente de la hermandad, Juan Marí Mayans, aseguró sentir «los nervios propios de cada año para que todo salga bien cuando salimos a la calle con nuestro Cristo de la Sangre», y matizó que «queremos que sea una procesión seria, solemne y hecha con rigor, tal y como se merece el Señor de la Sangre, para poder infudir así un poco de fe cristiana a todas las personas que acudan a vernos».

La imagen del Cristo de la Sangre, recientemente restaurada, celebra en este 2015 su 75º aniversario. Se trata de una talla muy antigua, donada tras la Guerra Civil por una devota familia ibicenca que siempre quiso guardar anonimato, similar al Cristo de la Sangre de Palma de Mallorca. La escultura viene a pesar unos 400 kilos por sí sola, a lo que habría que añadirle aparte el peso de las propias andas, en cuyas trabajaderas calzaron anoche un total de doce costaleros. Entre ellos, una única mujer, una jovencísima Athenea Amor, de 22 años. Situada justo a los pies del Señor de la Sangre, en la trabajadera central, ella reconoció que «llevo como costalera desde hace tres años. A mí me gusta mucho porque me viene de tradición familiar. Voy precisamente en el sitio que ocupaba mi madre».

Así, tras más de una hora de procesión, la sagrada imagen del Cristo de la Sangre, mecida con gusto y llevada con la fuerza de los corazones de todos sus cofrades, volvió lentamente, casi sin querer, a la que es su casa en la Parroquia de Sant Elm.