Los vecinos de Sant Jordi acusan este verano de manera especial la alta salinidad y la escasa presión con la que llega el agua a sus hogares y negocios. Los meses de sequía, la falta de mantenimiento de las canalizaciones y los recurrentes problemas con la desaladora son, a su juicio, los causantes de una crisis que ha ido a más con el paso de los años.
Uno de los encargados de un conocido bar de la localidad –que frecuentan aficionados del Real Madrid– denuncia que la alta salinidad del agua que dispensan los servicios municipales «afecta mucho» en la vida cotidiana de Sant Jordi. «Si te quedas sin agua y tienes que comprar camiones para llenar tu cisterna, eso vale un pastón», sostiene al tiempo que critica que el agua del grifo «es malísima» y que «estropea los termos y los grifos». Mientras sirve varios cafès amb llet, ideales para combatir el calor extremo que amenaza con extinguir los recursos hídricos del municipio, comenta que la gente está acostumbrada al agua del grifo para cocinar, «pero es un tema muy jodido», reitera el empresario afectado, a quien los clientes recuerdan que, además, «sale floja la presión del agua».

Enfrente, las encargadas de un comercio dedicado a la decoración y la jardinería lamentan que el agua «mata» sus plantas. María, una de sus clientas, se queja de que el agua que sale de su ducha «se ha comido todo el cromado» de la mampara. «Luego dejas el agua correr y hace unas bolas enormes de sal», denuncia esta vecina de la parte alta de Sant Jordi, pasada la calle de les Monges: «En Vila tengo un piso y la gente dice que allí el agua es mala, pero para mí es buena comparada con la de Sant Jordi. Sale la sal como si estuvieras en la playa».

Una amiga irrumpe en la conversación, que ha suscitado el interés de varios clientes asiduos a la tienda, para precisar que el agua «huele». María asiente y confirma que junto a su vivienda hay una depuradora que «echa peste». «Tengo un baño que tengo que tener abierto de lo mal que huelen los desagües», añade indignada mientras lamenta que en Sant Josep «es donde más cara está el agua de toda Eivissa».

«Nosotros estamos cerca del aeropuerto y tenemos días que no podemos usar el agua porque huele», manifiesta otra vecina del municipio, mientras María incide en que grifos y cañerías «se oxidan». «Yo tengo botellas de vinagre para ir echando con un trapo en los grifos porque se oxida y se pudre todo». «También sale con poca presión», recalca, mientras precisa que la lavadora «hace un ruido raro como por falta de fuerza». «Es horroroso, los cubiertos salen oxidados del lavavajillas y tenemos que comprar todos los electrodomésticos de la mejor calidad para que no se estropeen dentro del año que nos dan de garantía», explica esta afectada por los problemas de agua que acusa el municipio. Mientras tanto, sigue detallando penurias a cuenta de este bien esencial: «En los marcos de aluminio de las puertas rascas y sale sal.

Cada tres meses pagamos ciento y pico de euros y el que tiene jardines o piscina, más de 500 euros; o sea, un robo. Encima,tirando de pozos particulares con cubos de agua». Y para la higiene personal, otro calvario: «Nos enjuagamos el pelo con vinagre para tener algo de brillo. Si no, es como el esparto». Los vecinos de la zona están «igual o peor». «Pero somos muy conformistas y estamos resignados... ¿Qué podemos hacer?», se pregunta María.

Gasto de agua

En una de las principales superficies comerciales de Sant Jordi el producto que más se dispensa es, sin duda, el agua embotellada. A la salida, Marilina, vecina de sa Carroca, confiesa estar «muy puesta» en el asunto: «El problema principal es la falta de mantenimiento y de canalizaciones nuevas: son antiguas y se pierde muchísima agua por ahí». Según viene experimentado, otro de los problemas «es que hay gente que no es consciente de lo que pasa con el agua y están gastando mucha más simplemente por que se puede permitir el lujo de pagarla». Marilina cree que es preciso poner «cuotas de agua» porque «hay gente que tiene piscina y no cambia el agua en 10 años, pero otra que la cambia una o dos veces al año y eso es un gasto de agua terrible, pero como lo pueden pagar, da igual».

Esta afectada admite que hace «muchos años» que no cocina con agua del grifo», pero sí la utiliza para ducharse. «Es como estar permanentemente lavándote con agua de mar. Llevamos años así», indica. En su opinión, si persiste la falta de precipitaciones y el nivel de consumo «habrá restricciones porque los pozos no tienen más agua». «Cuando llueve, el agua dulce queda por encima del agua salada y tenemos agua más buena, pero cuando no, tenemos este problema. Cada vez se perfora a más profundidad y entonces el agua es cada vez más salada», subraya Marilina, para quien la solución pasa «por las desaladoras» mientras se recupera el caudal de los acuíferos, que con un 7% se encuentran en el nivel más bajo desde que se tienen registros.