Corría el año 1234 cuando Guillem de Montgrí, administrador apostólico de arzobispado de Tarragona, consiguió del rey Jaume I el privilegio militar para conquistar las Pitiüses y arrebatársela a los musulmanes. No era la primera vez que se embarcaba en una aventura como esta, ya que, como canonge sacristán de la catedral de Girona, participó anteriormente en la conquista de Mallorca.

El privilegio militar para conquistar Eivissa y Formentera fue el segundo que concedió el rey, después de dárselo a Pere de Portugal y Nunó Sanç, con quienes Guillem de Montgrí pactó una conquista conjunta. Los tres se repartieron las islas en proporción a la inversión hecha en hombres durante la guerra. De esta manera, una cuarta parte correspondió a Nunó Sanç, otra cuarta parte para Pere de Portugal y la mitad para Guillem de Montgrí.

Una vez tomadas las islas, Guillem de Montgrí consiguió el reconomiento de señor de Eivissa con todas las prerrogativas feudales del cargo, excepto la del derecho de declarar la paz y la guerra, que se reservaban para el rey. Las islas quedaban divididas a partir de ese momento en quartons, según señala la Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera. A Montgrí le correspondieron el quartó de ses Salines y el de Balansat y los de la Mola i es Carnatge en Formentera, a los que sumaron los de Portmany y Portosalé, que compró en 1247, y que le convirtió en el señor de las tres cuartas partes de las Pitiüses.

Tras la muerte de Montgrí, en el año 1272, su señoría se dividió y el arzobispo Bernat d’Olivella pasó a ser el nuevo señor de Eivissa y Formentera. De esta manera, se inició una nueva etapa puramente eclesiástica que marcó a partir de ese momento la historia de las Pitiüses. De hecho, este reparto supuso también la división entre las jurisdicciones real y eclesiástica que se alargaron durante mucho tiempo.

Hoy, del señorío de Montgrí, solo queda la figura pétrea ubicada desde 1970 en el mirador del Ayuntamiento de Vila en la plaza de España y que es una réplica de la que está en su sepulcro de la catedral de Girona. Una ofrenda floral a la estatuta yacente del eclesiástico con su libro apoyado en el pecho conmemora cada 8 de agosto la conquista de Eivissa en 1235.

Es una de las pocas muestras del poder que tuvo en su día. La calle que lleva su nombre discurre por el barrio de La Marina y desemboca en el puerto, al mar por donde Guillem de Montgrí llegó a la que fue su isla durante casi cuarenta años.

Calle de Guillem de Montgrí

Las Salinas volvieron a estar en manos de los ibicencos

Fueron los árabes los que implantaron la explotación intensiva de las Salinas pero, a partir de 1235, con la conquista catalana, los beneficios de la producción de la sal empezaron a repartirse entre los tres señores feudales de la isla: Guillem de Montgrí, Nunó Sanç y Pere de Portugal.

En la etapa final de su señorío, Montgrí tuvo que hacer frente a una fuerte recesión económica en la isla, por lo que, entre 1261 y 1267, cedió el derecho a extraer toda la sal a los habitantes de Eivissa.

La Universitat d’Eivissa i Formentera se hizo responsable después de la gestión y explotación de las salinas hasta el siglo XVIII. Se encargó de nombrar los llamados «arbitrados», las personas que calculaban la sal y repartían las tierras entre los cabezas de familia en función de su posición social.

La Universitat pagaba una parte a los señores de la isla pero todavía disponía de una renta sobre la sal por diferentes conceptos. Una parte de estos ingresos de destinaba a cubrir los gastos para la defensa de las dos islas.