La playa de Ses Salines ofrecía ayer al mediodía, en el último día del mes de mayo, una estampa que no se contemplaba desde hace muchos años en Ibiza. | Toni P.

Se esperaba una gran afluencia de bañistas en algunas playas de Ibiza después de que el sábado se tuviera que cerrar Cala Bassa pero ayer domingo la jornada resultó mucho más tranquila. De hecho, tras recorrer varias de ellas, en el norte y el sur de la isla, la sensación era de tranquilidad y de que, como aseguró Joan a Periódico de Ibiza y Formentera, «los ibicencos han conseguido recuperar sus playas».

Sa Cala de Sant Vicent
Este residente en Sant Carles de 57 años acudió junto a su familia hasta Sa Cala de Sant Vicent. Allí, salía del agua rumbo a la sombrilla donde esperaban su mujer Carla, su hija, su yerno y su nieto, el pequeño Oriol de apenas 3 años, cuando nos atendió amablemente «Esto es un lujo para los sentidos. Que quede claro que no tenemos nada en contra del turismo siempre que sea controlado pero Ibiza es un paraíso y por fin, después de mucho tiempo, podemos disfrutarlo sin agobios durante el mes de mayo quienes vivimos en la isla», aseguró Joan con una gran sonrisa.

Sa Cala de Sant Vicent fue durante muchos años uno de los lugares más aislados de la isla, permaneciendo incluso despoblado hasta el siglo XVIII. Con la llegada del turismo se convirtió en un lugar ideal para disfrutar de unas vacaciones familiares gracias una amplia zona turística que, ayer, estaba casi toda cerrada. Solo habían abierto el Supermarket Ferrer y una tienda llamada Ibiza Dreams, y la arena había sido tomada por medio centenar de grupos, separados prudentemente para mantener la distancia de seguridad.

Foto: Toni P.

Los amigos, novios, matrimonios y familias jugaban al balón, a las palas o al frisbee y los niños hacían castillos de arena o descansaban en sus hamacas bajo sus sombrillas. «Vivimos en un lugar paradisiaco que nosotros mismos hemos ido destrozando con nuestros abusos, así que ahora que nos ha venido esta desgracia del coronavirus ojalá aprendamos que nos hemos pasado explotando a la gallina de los huevos de oro», aseguró a este periódico Carolina, trabajadora y residente en Santa Eulària.

Muchas opiniones estaban en la misma línea en esta playa. Marieta y Fran, padres del pequeño Toni, también eran muy críticos con el modelo turístico. «Ya era hora de volver a disfrutar un poco con la Ibiza de mis padres, en la que podía aparcar en las calas sin tener que pagar una millonada, la que tenía el agua limpia, y en la que los niños podían jugar en la arena sin tener que aguantar a grupos de turistas que se creen que todo es suyo por el simple hecho de pagarse unas vacaciones», expresó Marieta.

Aigües Blanques
Pasado el pueblo de Sant Carles y relativamente cerca de Sa Cala de Sant Vicent se encuentra Aigües Blanques.

Desde que empieza la temporada, en el mes de mayo, se convierte en un lugar tan concurrido que se prohibe bajar el coche y pasar la primera barrera del aparcamiento. Sin embargo, ayer éste estaba cerrado con una cadena y una valla protectora y se podía avanzar con el coche unos metros. Una señal inequívoca de que algo había cambiado sustancialmente con respecto al año pasado.

Foto: Toni P.
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Luego a pie de playa, la sensación se confirmaba viendo el número y la tipología de los bañistas. «Normalmente hay que pagar tres euros por dejar el coche en el aparcamiento pero hoy todo es muy distinto porque no hay agobios, te puedes pasear sin tener que estar regateando constantemente a todo el mundo», explicaron Lina y Pere a este periódico.

Al igual que en otras zonas de la isla, muchas familias habían tomado la playa.

«Normalmente no se puede venir por aquí porque hay muchos turistas jóvenes que vienen a hacer botellón y llenarse de barro el cuerpo pero ahora que no están nos ha parecido una muy buena idea volver con las niñas después de mucho tiempo sin hacerlo», contestó María, madre de Carles y Neus.

Ses Salines
Tal vez la imagen más sorprendente la encontramos en Ses Salines.
Normalmente, cualquier domingo de mayo se encuentra repleta de gente, vendedores ambulantes y decenas de barcos varados relativamente cerca de la orilla para luego disfrutar de los restaurantes de la zona.

Pero este domingo parecía otro lugar completamente distinto. Tanto que hubo quien no salió de su asombro desde que pisó la arena. «Escucha, se oye el sonido del mar y de las olas, y esto en Ses Salines parecía imposible que pasara», aseguró Toni P. fotógrafo de Periódico de Ibiza y Formentera mientras tomaba imágenes para este reportaje. «Y mira, solo un barco fondeado en el mar para una fotografía que pensaba que jamás podría tomar», continuó con su camiseta negra mientras inmortalizaba el momento.

Foto: Toni P.

La afluencia de público en esta playa fue importante en torno a las 11.00 horas e, incluso algunos agentes de la Policía Local se personaron en el lugar, pero después mucha gente se marchó dejando grupos separados prudentemente, protegidos por su sombrilla y jugando a las palas o al balón. Incluso, en el aparcamiento se podía dejar el coche sin problemas. «Llevo 14 años viviendo en la isla y nunca había visto que en mayo en el aparcamiento de Ses Salines se pudiera aparcar sin problemas y menos que me pudiera bañar sin tener que escuchar una molesta música de fondo», aseguró Luisa, una argentina que se gana la vida como artesana.

A su lado, su pareja, Miguel, de 54 años, llamaba a disfrutar de ese paraíso antes de que se acabe. «Ayer mucha gente pensó que todos los ibicencos éramos unos irresponsables por lo que pasó en Cala Bassa pero muchos hemos demostrado que se puede disfrutar con la playa prudentemente, guardando las distancias de seguridad y sin molestar a nadie, y por eso ahora tenemos que aprovechar esta maravilla antes de que regresen los turistas y vuelva de nuevo todo a la normalidad».