La parte trasera de la casa es donde supuestamente estaba el bar ilegal. Ahora hay mesas y sillas colocadas, dos cámaras frigoríficas y una parrilla con algunas bombonas de butano. | DANIEL ESPINOSA

Rubí es colombiana, tiene 46 años y lleva 17 viviendo en España. Este fin de semana estaba celebrando su noveno aniversario de boda con una fiesta en la casa donde está alquilada, Villa Paquita, en la calle Miguel Ángel de Sant Antoni haciendo esquina con la calle Picasso, y entonces apareció la Policía Local. Rápidamente abortaron todo y se les levantó acta acusándoles de tener allí un bar clandestino.

Algo que en todo momento niega la implicada a Periódico de Ibiza y Formentera.

«¿Ustedes creen que nosotros íbamos a ser tan tontos de montar un bar y tenerlo todo a la vista para que cualquiera que pasara nos pudiera denunciar?», nos pregunta amargamente Rubí mientras nos enseña la parte trasera de la vivienda, lugar donde supuestamente estaba el bar ilegal, y que ahora está todo recogido y sin nada que invite a pensar que allí se desarrollara ninguna actividad ilícita. Las mesas y las sillas están almacenadas y ordenadas, la parrilla limpia, con la bombona de butano junto a ella, y en un lateral una cámara frigorífica cuyos mejores años han pasado ya. Y dentro, antes de llegar al salón, dos cámaras donde guardan cervezas, refrescos y bebidas energéticas. En principio, nada raro.

Las neveras encontradas en el lugar. Foto: Daniel Espinosa.

En el comunicado del Ayuntamiento se explica que los agentes encontraron media docena de mesas – dos preparadas para ocho comensales –, bebidas alcohólicas y dos camareros atendiendo a la clientela. Incluso, que había varias mesas con aceiteros y juegos de cubiertos. Pero Rubí se defiende y lo justifica. «Eran mesas que nos habían dejado nuestros vecinos, las cámaras no las ha regalado el dueño de un hotel cercano y un italiano amigo nuestro, solo había una aceitera y un salero y había cubiertos porque era comida, y los supuestos camareros eran mi marido, un amigo y su hijo». Incluso, nos hace entrar en el salón y en la cocina. «¿Ustedes creen que esta es la cocina de un bar ilegal?... si hubiéramos querido hacer algo ilegal, nos hubiéramos escondido y lo hubiéramos hecho en el salón tan grande que tenemos...».

Tampoco tiene reparos en mostrar la conversación que mantuvo por WhatsApp con su grupo de amigos y en ella queda claro que en ningún momento cobró a nadie por asistir a la celebración. «Nos han denunciado porque dicen que no teníamos licencia para ejercer como bar pero hay muchas lagunas en lo que dicen, entre otras cosas, porque no tenemos ninguna caja registradora y porque todo lo hicimos gratis, invitando a nuestros amigos más cercanos», asegura Rubi.

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Incluso, aún tiene tiempo para indicarnos la olla enorme donde ella mismo preparó un arroz típico colombiano y que aún descansa en un rincón de la terraza aún con el jabón . «Soy cocinera y en este caso, como era una celebración especial, pensamos que sería muy bonito preparar un plato que nos recordara a nuestra tierra, pero sin ninguna intención de cobrar nada, solo de pasarlo bien entre amigos».

Una vida normal
Rubi y su marido tienen una vida normal. No viven de forma desahogada pero tampoco pasan apuros. De hecho, al pasar al interior de la casa no enseña un habitación vacía que, según ella, aún no han necesitado alquilar. Él trabaja en una empresa de construcción y ella es ama de casa y cocinera, preparando platos de cocina colombiana a quien se lo pide.

Además, tienen un bar en el West End de Sant Antoni, aunque ahora está cerrado. Según Rubí tiene licencia como restaurante pero no tiene las salidas de humos correspondientes y actualmente ellos no disponen de los 7.000 euros necesarios para hacer la reforma. «Desde hace tiempo lo tenemos parado porque ahora es una época muy mala ¿pero ustedes creen que si nosotros quisiéramos hacer un servicio de bar no lo hubiéramos hecho allí, abriéndolo y sacando un beneficio que ahora no hemos obtenido por ningún lado?», concluye mientras nos marchamos y nos deja muchas incógnitas en el aire.

Sillas y mesas apiladas en el patio trasero. Foto: Daniel Espinosa.

«Sabemos que nos equivocamos al meter tanta gente en casa»
Rubí se muestra arrepentida por las personas que acudieron a la fiesta. Difiere en la cantidad de asistentes ya que la Policía Local asegura que hubo 26 y ella que solo 18. «La cifra es lo de menos porque cuando se superan los seis permitidos ya se están haciendo mal las cosas, fue un error que no se puede permitir y pedimos perdón a quien se pueda sentir perjudicado y seguro que no volverá a pasar porque hemos aprendido».

Desconocimiento y apoyo entre los vecinos de la zona
Muchos vecinos de la zona desconocían la presencia de la vivienda y que allí hubiera un bar ilegal. Los de enfrente, un matrimonio de avanzada edad, aseguraron no conocer a Rubi y su pareja y los inquilinos de al lado explicaron que «todo se ha magnificado, que en ningún momento ha habido un bar ilegal allí y que solo se trataba de una celebración». Es más, aseguraron que «son personas tranquilas que nunca dan problemas».