Las colas del hambre. Decenas de peronas sin recursos hacen cola a diario junto a la sede de Cáritas en la calle Carlos III de Vila para recibir alimentos, ropa o un asesoramiento laboral que les permita su reinserción en la sociedad y en la economía de Ibiza.

Cáritas Diocesana se encuentra desbordada. Las colas junto a su sede en el centro de Ibiza se repiten a diario. La paralización de la industria turística durante todo el año en la isla ha empujado a muchos residentes españoles y extranjeros a solicitar ahora, por primera vez en su vida, alimentos para poder subsistir y aguantar hasta la primavera.

Los datos lo dicen todo. En este 2020, Cáritas Diocesana ha prestado ayuda a 3.018 personas, lo que representa un incremento del 54% con respecto a 2019, cuando la solicitaron un total de 1.953 personas, una cifra similar a la que se registraba en 2017 y 2018. Pero en 2020 se han disparado todas las alarmas porque a los más desfavorecidos se han sumado ahora centenares de personas que conforman el nuevo perfil de la pobreza. Concretamente, el 59% de esas más de 3.000 personas está formado por gente que está en paro o cobrando prestaciones mínimas y que nunca se habían visto obligados a guardar cola para recibir alimentos, ropa o asesoramiento social y laboral.

«No aguantan más»
«Hemos comprobado que este nuevo perfil se corresponde mayoritariamente con personas de 25 a 50 años, muchos de ellos padres y madres que hasta la llegada de la pandemia siempre habían tenido trabajo en el sector del turismo, pero ahora, al estar ahora todo cerrado, se han quedado sin recursos, incluso aquellas familias que tenían un pequeño colchón económico y ya no pueden aguantar más porque además siguen los precios muy elevados de los alquileres», explica Gustavo Gómez, coordinador de Cáritas Diocesana de Ibiza desde hace siete años, que dirige la logística y se afana en buscar el apoyo de las grandes empresas para que realicen donativos, un objetivo que va logrando poco a poco y que se ha materializado estas Navidades gracias también a solidaridad de particulares o clubes deportivos.

De las 3.018 personas que han pedido ayuda a Cáritas este año, 1.300 tiene origen latinoamericano, el grupo más numeroso, 760 son españoles, 435 proceden del Norte de África y 250 son nacionales de diversos países europeos, fundamentalmente del Este.
La estadística de Cáritas de Vila, donde se concentra el 80% de la actividad de la organización católica en la isla, revela también cómo la evolución de la incidencia de la pandemia y la ligera reactivación económica que hubo en verano con el desconfinamiento durante un mes y medio han ido marcando el volumen de reparto alimentos. Así, en febrero pasaron un total de 300 personas, una cifra que se elevó hasta 547 en el mes de abril con el estado de alarma, pero que descendió en agosto a 418 personas gracias a esos días en los que parecía que se podría reactivar la temporada turística en la isla. Sin embargo, llegó octubre con un aumento de hasta 561 peronas y ya en noviembre y diciembre se han superado las 600 solicitudes cada mes.

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200 toneladas de alimentos
Este aumento del 54% con respecto a 2019 en el número de personas que están pidiendo actualmente ayuda de Cáritas Diocesana ha supuesto un reto nunca visto y un esfuerzo extraordinario para la organización, que cuenta asimismo con las aportaciones de Cáritas Parroquial en Sant Antoni, Santa Eulària, Puig d’en Valls y Sant Jordi, así como con la colaboración de Formenterers Solidaris, la organización altruista que recibe ropa de Ibiza pero que ahora también se está centrando en la distribución de alimentos.

Si en 2019 se llegaron a repartir alrededor de 100 toneladas de alimentos, este año serán más de 200, según Gustavo Gómez, quien coordina un equipo de 20 profesionales integrado por técnicos, trabajadores sociales o monitores especializados, que, además de encargarse de la distribución, ofrecen respaldo social y laboral, asesoramiento y soluciones para que los más desfavorecidos puedan reconducir su vida, a la espera de una oportunidad en forma de empleo.

Cáritas almacena en Sant Rafel los alimentos que van donando empresas y particulares. Cada día se distribuyen en la sede de Vila y se van repartiendo entre los solicitantes, que guardan paciente cola con carritos para llevar alimentos básicos a casa. Solo en noviembre pasado, los voluntarios llegaron a repartir cerca de ocho toneladas por semana, una cifra que posiblemente se irá incrementando en los próximos meses de invierno. «Creemos que la situación seguirá así hasta abril o mayo», pronostica el coordinador, que en los 22 años que lleva trabajando para la acción social de la Iglesia católica en Ibiza jamás había vivido una situación semejante.

Más generosidad
Gómez recalca que las instituciones ibicencas están contribuyendo lo que pueden para paliar la gravedad de la situación. «Estamos viendo que hay más generosidad en Ibiza, y también por parte de grandes y pequeñas empresas, así como de particulares», explica. Su trabajo debería estar orientado asimismo a la búsqueda de ofertas de empleo para los más vulnerables, «pero ahora lo básico es repartir alimentos», y detalla que el 80% del reciclaje de la ropa que se deposita en los contenedores específicos se gestiona a través de Cáritas, que cuenta con 90.000 voluntarios en toda España que llevan desde marzo volcados en ayudar a los más necesitados, y no solo con alimentos sino también con un servicio de orientación y reinserción laboral. Además del hambre, también luchan contra la exclusión, la intolerancia y la discriminación.