Oriol Lafau es el coordinador de Salud Mental en las Islas.

Las consultas en salud mental experimentaron en las Pitiusas un descenso del 12% el año pasado respecto a 2019 a causa, entre otros motivos, de las dificultades para acceder al médico, el miedo generado por el coronavirus y el confinamiento más estricto. Sin embargo, en los dos primeros meses de este año se ha producido un aumento del 12% respecto a los mismos meses del año pasado.

«No sabemos cómo será la evolución, pero si económicamente vamos mal habrá un aumento sí o sí en las consultas de salud mental porque siempre ha pasado así. La situación económica es un buen termómetro para la salud mental», advierte Oriol Lafau (Badalona, 1968), coordinador de Salud Mental de Baleares, quien alerta del aumento en las ideaciones suicidas, gente que en algún momento ha pensado en quitarse la vida: «Es lo que más nos preocupa ahora mismo», señala y alerta de que la temprana edad en la que detectan algunos casos: «Entre 15 y 29 años es la primera causa de muerte en chicos y la segunda en chicas. Pero sobre todo se detecta en adolescentes de 15 a 18 años, aunque por primera vez en la historia de Baleares percibimos que hay ideación suicida en niños más pequeños de 10 años».

Por ello, han reforzado la atención en este ámbito y en Ibiza, igual que en el resto de islas, han creado una unidad específica de atención especializada para personas con ideaciones suicidas. Está en marcha desde enero y está integrada por una psicóloga clínica, medio enfermero especialista en salud mental y medio trabajador social de salud mental.

—¿Cómo nos está afectando llevar más de un año de pandemia de coronavirus?

—Creo que lo que estamos viendo es la famosa fatiga pandémica que describe la OMS, que es una situación de hartazgo, cansancio no sólo físico sino emocional. El problema del cansancio y del hartazgo es que nos hace ser más vulnerables a padecer trastornos en salud mental, es decir, el hecho de que estemos cansados y hartos nos deja en una situación más vulnerable, de más fragilidad. No tanto de trastornos mentales graves sino depresión, ansiedad, insomnio...sintomatología leve, pero que nos deja en una situación más frágil. En los profesionales sanitarios, el cansancio y el hartazgo se junta con según qué imágenes que vemos de fiestas y botellones que les genera decepción de ver que las cosas no funcionan como deberían funcionar.

—¿Cómo podemos detectar que necesitamos acudir a un especialista en salud mental?

—La ansiedad, la tristeza y el cansancio emocional la mayoría de veces los puede gestionar uno mismo y no hace falta acudir a un psiquiatra. Pero sí que hay algunos síntomas que nos tienen que encender la luz roja de alarma, por ejemplo, un insomnio muy potente que no te deja descansar y que no te permite estar bien al día siguiente o, por ejemplo, una tristeza muy profunda en la que te das cuenta de que ya no disfrutas con las cosas con las que antes sí disfrutabas; esto es un síntoma inicial de depresión. También tenemos que pedir ayuda cuando la ansiedad es insoportable, no nos deja ni vivir el día a día ni parar el pensamiento. Entonces, deberíamos pedir ayuda. La fatiga pandémica nos deja síntomas que la mayoría de veces podemos gestionar nosotros mismos, pero en caso de necesitar ayuda el primer paso es acudir al médico de cabecera, que es quien más nos conoce y quien nos puede guiar y ayudar.

—¿Cómo podemos gestionar la ansiedad, la tristeza y el insomnio cuando son leves?

—La tristeza y la ansiedad que derivan de la fatiga pandémica vienen generadas por la situación de incertidumbre. El hecho de estar siempre pensando en ‘no sé qué pasará mañana’ o en si voy a enfermar nos produce fatiga pandémica. El único antídoto para esto, sin tener que recurrir a fármacos o profesionales, es intentar vivir el día a día, que el pensamiento no vaya más allá de 48 horas y que vivamos el momento; es el único antídoto contra la incertidumbre. Éste es el consejo principal que doy, intentar que el pensamiento no vaya demasiado lejos y no pensar en cosas fatalistas; hay que centrarse en el aquí y el ahora. Hay que intentar no comerse la cabeza con cosas que no han pasado porque nuestra cabeza produce monstruos y el 90% de las cosas que pensamos no ocurren nunca.

—¿Y cómo podemos convencer a algún familiar o amigo de que necesita ayuda?

—Es lo complicado; es la pregunta del millón. Siempre digo que hablar salva vidas y esto es básico. Más que convencer, es importante transmitir el mensaje de que una persona puede pedir ayuda para otra persona, es decir, se puede pedir ayuda para una tercera persona y se pueden dar consejos o pautas sobre cómo tratar la situación. Si no se consigue que la persona vaya, podemos acudir a buscar ayuda al médico para esa persona. De hecho, lo vemos muchas veces en consulta, sobre todo madres que acuden a pedir ayuda para sus hijos. Y, sobre todo, quiero dejar claro que hablar salva vidas.

—¿Por qué hablar salva vidas?

—Es muy importante expresar lo que uno siente cuando se siente mal. Porque un cuadro depresivo en el que no se hable y no se comparte lo que se está sintiendo puede convertirse, incluso, en un suicidio. Si estás mal, cuenta lo que te pasa a una persona de confianza y si esa persona de confianza ve que no te encuentras bien y no quieres ir al médico, que esta persona vaya al médico a pedir ayuda para ti.

—¿Sigue existiendo cierto tabú sobre ir al psquiatra o la pandemia nos ha ayudado a normalizar el necesitar ayuda en salud mental?

—No lo hemos normalizado del todo, aunque sí que es verdad que una cosa buena que está teniendo la pandemia es que hemos podido hablar mucho de las emociones y hemos podido dar mucha visibilidad al malestar mental, a la falta de bienestar emocional; ahí sí que es verdad que hemos hecho muchísimo trabajo porque hemos hablado del sufrimiento emocional y esto ha sido muy importante. Pero las enfermedades mentales siempre mantienen el tabú injusto de que se piensa que son personas agresivas, violentas y hay muchos mitos falsos sobre la salud mental y como existen estos mitos es más complicado pedir ayuda si se trata de un tema emocional. Sí que es verdad que la pandemia ha ayudado a poner sobre la mesa la salud mental y todo el mundo lo hemos hablado. Por ejemplo, el insomnio ha sido el síntoma más prevalente de toda la pandemia; la gente no ha tenido miedo de ir al médico a decirle que no puede dormir y detrás de no dormir bien salen otros síntomas, como la ansiedad o la tristeza.

—¿Cuáles son las patologías que más están tratando en consulta?

—En todas las islas se ven las mismas y sobre todas destaca el insomnio, que es el síntoma más prevalente. A nivel de patologías generadas a través de la covid se han visto más cuadros ansiosos y depresivos leves.

—¿Las personas con enfermedades mentales más graves han visto agravadas sus patologías durante esta pandemia?

—En el trastorno mental grave, como psicosis o el trastorno bipolar u otras patologías más complejas en salud mental, se da la circunstancia de que estas personas ante el mínimo estigma ya les hace estar más cerrados. Son personas más encerradas en sí mismas. Estuve en una conferencia sobre este tema y se dijo, precisamente, que la sociedad había experimentado lo que las personas con enfermedades mentales graves sufren día a día, el estar encerrados. Con lo cual, las personas con patologías graves no han sufrido tanto durante el confinamiento, por ejemplo.

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—¿La crisis en salud mental derivada el coronavirus puede ser más grave que la económica o social?

—Pienso que la situación económica es un buen termómetro para la salud mental. Siempre que ha habido problemas económicos potentes y graves, la salud mental se ha visto muy repercutida. Por ejemplo, en la crisis de 2008 hubo un incremento de casi el 13% en las consultas de salud mental. Si la crisis económica va a más y no se logra contener veremos un aumento en las consultas de salud mental.

—¿Se han incrementado hasta el momento las consultas en salud mental en las Pitiusas?

—Aún no hemos visto un aumento. De 2019 a 2020 hay una caída del 12% en las Pitiusas; se pasó de las 9.066 consultas en todo el año 2019 a las 8.035 del año pasado. Pero si miramos los dos primeros meses de este año y los comparamos con enero y febrero de 2020 veremos que hay un aumento del 12% y, de alguna manera, podemos decir que estamos igual que en 2019, nos hemos quedado igual. No sabemos cómo será la evolución, pero si económicamente vamos mal habrá un aumento sí o sí en el tema de salud mental porque siempre ha sido así, es un termómetro.

—¿La disminución en las consultas del año pasado fue por el miedo a ir al médico por el coronavirus?

—Tiene que ver seguramente con la dificultad de acceso al médico, no podíamos salir de casa; sí que es cierto que había consultas telefónicas. En Mallorca, por contra, hubo un aumento del 5% en las consultas de salud mental. Siempre se dice que en sociedades más pequeñas se acaba acogiendo a personas que sufren emocionalmente; los problemas en salud mental se incrementan en situaciones enajenantes y en grandes ciudades, no tanto en pueblos. La primera lectura es que en las sociedades pequeñas acudimos más al entorno, el entorno acoge más al que está sufriendo emocionalmente porque las sociedades pequeñas acogen y consuelan más.

—En Can Misses actualmente faltan dos psiquiatras. ¿Se reforzará el personal?

—Para incrementar recursos hemos decidido aumentar la atención a pacientes con ideaciones suicidas porque en estos momentos es lo que más nos preocupa. Lo hemos hecho en todas las islas. En Ibiza, incrementamos un psicólogo clínico que está desde enero y está haciendo atención especializada solamente a personas que tiene ideación suicida, que sería la cara más grave; esto nos preocupa porque tenemos miedo de que se incremente y, por eso, hemos priorizado esta atención. Esta psicóloga clínica está reforzada con medio enfermero especialista en salud mental y medio trabajador social en salud mental.

—¿A cuánta gente se ha atendido desde enero en esta unidad especializada?

—No tenemos todavía datos, pero no para; tiene mucho trabajo. Sí que tenemos la percepción, pero no es seguro, de que hay un aumento en los intentos de suicidio. Es una percepción, no hay datos porque los datos reales vienen a través del INE y llegan siempre con dos años de retraso, pero sí que tenemos la percepción de la gente que trabaja en Urgencias, en el 061 y en consulta y la verdad es que se ven más. Se están viendo más intentos que hace dos años y no sólo en adultos sino también en infantil, que es nuestra máxima preocupación. De hecho, la psicóloga clínica de Ibiza gran parte de sus atenciones las hace en infanto-juvenil.

—¿Desde cuándo han detectado que hay más ideación suicida?

—Lo hemos notado más desde hace cuatro meses atrás; es común en todas las islas, no sólo en Ibiza.

—¿La ideación suicida es lo que más le preocupa?

—Sí, sobre todo en jóvenes; esto nos tiene alerta. Entre 15 y 29 años es la primera causa de muerte en chicos y la segunda en chicas. Pero sobre todo en adolescentes de 15 a 18, aunque es cierto que, por primera vez en la historia de Baleares, estamos empezando a percibir que hay ideación suicida en niños más pequeños de 10 años; esto antes era una rareza y ahora estamos viendo más casos.

—¿Cómo detectar que un adolescente o un niño no está bien?

—El niño es la antena de la familia y cuando hay un sufrimiento familiar el niño siente la tristeza. Son mucho más esponjas y tienen menos estrategias para afrontar. ¿Cómo nos podemos dar cuenta? Se nota muchísimo cuando un niño está triste porque veremos un aumento de la impulsividad, de la agresividad. Los adolescentes se vuelven más cerrados, más impulsivos. Hay diferencia entre chicos y chicas; las chicas tienen más capacidad de pedir ayuda. Un chico que está triste no le dirá a sus amigos que se encuentra mal, una chica sí. Los chicos atienden mucho menos a la parte emocional y, en cambio, las chicas sí que pueden hablar con su grupo de amigas porque serán bien comprendidas; ésta es la fortaleza del sexo femenino frente al masculino. Las mujeres son mucho más capaces de hablar y de pedir ayuda.

—Se nos pide desde hace un año distancia social, lavado frecuente de manos, mascarilla obligatoria...¿el coronavirus nos está deshumanizando? ¿Volvemos a relacionarnos como antes del covid?

—No creo que nos deshumanice sino que se está creando una humanización diferente; estamos agudizando otros sentidos, como el visual o el auditivo. Los adultos, cuando todo esto pase, volveremos a la manera de relacionarnos de antes, pero los niños, sobre todo los más pequeños que ahora tienen dos o tres años, sí que han desarrollado su cerebro sabiendo que existen las mascarillas, que no hay que dar abrazos...el adulto tiene el cerebro formado y volvemos a lo anterior, pero el niño sí que formará su cerebro con una normalidad diferente, ni mejor ni peor, sino diferente porque están desarrollando su cerebro conociendo que hay mascarillas y que no nos tocamos tanto o que si ven a los abuelos no hay que que abrazarlos, por ejemplo. Es una forma diferente.

—¿Qué mensaje de esperanza lanza?

—Lo más importante aquí y ahora es validar que lo estamos pasando mal, que muchas veces nos encargamos de poner buena cara y que no se note que lo estamos pasando mal, pero es un momento importante para validar que estamos cansados y agotados y que no sabemos qué pasará. No tenemos que poner buena cara si no estamos bien; hay que validar la emoción que sentimos en estos momentos y si no nos encontramos bien hay que hablar de los problemas porque esto es lo que nos va a salvar. Debería ser un momento muy solidario de la sociedad, de estar muy pendiente del otro y de que podamos hablar todos de lo mal que nos encontramos. Validar emociones es explicar cómo te sientes y hablar porque hablar salva vidas.