Uno de los grupos de cruceristas que pasearon ayer por Dalt Vila con el ‘Aida Perla’ al fondo. | Toni Planells

A las 08.00 horas de ayer ya estaba atracado en los muelles de es Botafoc el crucero Aida Perla, el primero en amarrar en puerto ibicenco desde hace un año y medio. Con 1.400 pasajeros, la mayoría de origen alemán, el crucero que provenía del puerto de Alicante partió 12 horas después con destino Valencia. No sin que antes buena parte del pasaje se animara a bajar a tierra disfrutar de las excursiones que previamente habrían contratado, todas bajo un estrictas normas para prevenir cualquier tipo de contagio a bordo.

Excursiones burbuja
Los pasajeros del Aida Perla tenían ayer a su llegada a Ibiza numerosas actividades entre las que elegir conocer la isla durante unas horas. Las que llaman ‘visitas panorámicas’ consisten en una ruta en autocar por distintos enclaves de la isla de unas cuatro horas para así poder «doblar las excursiones y que nadie se quede sin poder disfrutarlas», tal como explica Amaia Larrea, gerente de Alsa en Baleares. Hay distintas excursiones a elegir, una ruta por el sur, otra por el norte, hay otras que van en vehículos todo terreno, y hay otras que simplemente son a pie por Dalt Vila y la Marina. Lo que tienen en común todas las excursiones es la burbuja en la que se pretende mantener a los grupos reducidos, de unas 20 personas cada uno, durante todo el trayecto. «Cada grupo debe ir unido en todo momento, nadie puede salir de su burbuja ni ir por su cuenta ni entrar en ningún comercio o cafetería», explica Larrea, «ni para comprar un agua». Otro elemento común que tienen todas las excursiones es que son la única opción que tiene el pasajero para poder desembarcar del crucero. «Tienen que volver limpios de covid», explica Larrea.

Durante el día de ayer salieron 18 autobuses, cada uno con su chófer y su guía, más las técnicas de la operativa llegan a sumar unas 40 personas que estuvieron prestando sus servicios.

Antes de que los cerca de 1.000 pasajeros que desembarcaran ya había una docena de autobuses esperando en el aparcamiento de la terminal de es Botafoc mientras multitud de guías, organizadores de excursiones y touroperadores revoloteaban entre los chóferes a la espera del desembarco del pasaje. Entre ellos estaba Oscar Tona, más conocido como Oscar Jeep, que hace rutas con sus todo terrenos «hacemos paradas para que se hagan fotos, por ejemplo, en Es Vedrà, Platges de Comte o en Sa Talaia. Pero la novedad es que no podemos parar en la playa ni dejar que se junten con la gente de fuera del grupo, solo podemos parar para hacer fotos, ni para comprar agua». Echa de menos a los cruceros: «Antes trabajábamos con todas las empresas de cruceros, se trabajaba mucho en la época normal». Katherine, que es guía en el crucero, se acerca a Óscar para darle el listado de los cruceristas que se apuntan a su excursión en 4x4. Explica que en el barco, principalmente viajan familias, unos 500 niños entre ellos.

Pasajeros
Olivier y Kirschen bajan con un grupo de amigos que se han conocido en el crucero. Menos uno que es austriaco son todos alemanes. Sobre la burbuja en la que deben moverse reconoce que «no es perfecto pero es lo que hay. Cualquier cosa para que todo vaya bien».

Olivier se muestra alegre por estar en Ibiza: «Había venido hace 25 años y no había vuelto más», mientras Kirschen pisa la isla por primera vez.

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Simone y Sophie, madre e hija, van casi a la carrera entre la salida del barco y la entrada al autobús que las dejará en es Soto Fosc para hacer su visita a Dalt Vila. Es la primera vez que visitan Ibiza y, aunque lamentan que sea en las condiciones que dicta la pandemia «todo el personal del crucero lo está haciendo lo mejor que puede, y está saliendo todo muy bien».

Luther y Biggi, también se han apuntado a la visita a Dalt Vila: “Este paseo es maravilloso, además lo estamos haciendo cuesta abajo, así que estamos encantados». Sobre las restricciones a las que se ven sometidos considera que «antes podíamos andar solos para hacer este tipo de paseos, no me gusta que tenga que ser de esta manera, normalmente me gusta hablar con la gente del lugar y poder comprar algo, pero ahora es lo que toca».

Trabajo
Entre los guías que pasean a sus respectivas burbujas turísticas por Dalt Vila se encuentran Miguel Tur, Martina Greef o José Antonio Canseco. Ninguno disimula su alegría de poder volver a trabajar con estos grupos. Tur describe la ruta: «El bus nos deja en Es Soto Fosc, subimos a la Catedral, vamos bajando hasta el Ayuntamiento antiguo, el Baluarte de Santa Llúcia, Plaça de Vila y llegamos hasta abajo por el Portal de Ses Taules.

Entonces daremos un paseo por el puerto, por que como no se pueden parar para que no se contagien, tenemos más tiempo». El guía ibicenco reconoce que «a los comerciantes no les hará ninguna gracia, pero por otro lado salen más excursiones por que se doblan y trabajamos más los chóferes, guías, etc.». Canseco es el que más eufórico se muestra «hoy [por ayer] estamos todos de fiesta: la gran fiesta del crucero». Martina Greef no está menos contenta «después de recuperar la actividad después de tanto tiempo, aunque es verdad que el Ayuntamiento nos ha venido ayudando con los free-tours y estamos muy agradecidos por ello».

En el otro lado de la moneda se encuentran los comercios que trabajan en las zonas más turísticas, en la Plaça de Vila trabaja Ana Serra desde hace 12 en la boutique Amanecer.

«Los cruceros siempre se habían notado mucho aquí en Dalt Vila. Cuando llegaban esto se convertía en un hormiguero», asegura Serra, «pero es verdad que si tienen sus normas hay que acatarlas y punto. Tendrán sus razones». Su vecino en la plaza, Toni Riera, de la cafetería Es Forn, ya comentaba hace una semana a Periódico de Ibiza y Formentera que esperaba la llegada de los cruceros «como agua de mayo». Sin embargo, al ser informado del modo en el que visitan este año los cruceristas, encoge los hombros con enfado sin llegar a contestar.

En la misma plaza, Rosi Méndez lleva 24 años al frente de Lovy Ibiza. «Normalmente los cruceros nos suponían mucho trabajo por las mañanas; que hayan hecho este cambio a la hora de hacer las visitas nos afecta muchísimo», lamenta Méndez, que asegura que «llevaban ya unos años que apenas les dejaban tiempo para comprar, les meten prisa y no llegan a comprar nada. Esto ya pasaba antes del coronavirus».