La exposición que puede verse en Can Tixedó. | Irene Arango

La exposición consta de 49 cuadros realizados con acrílico sobre madera, excepto uno sobre lienzo y algunos con la técnica de la témpera al huevo con óleo. Todos son de tamaño mediano y pequeño, excepto uno de grandes dimensiones, realizado a lo largo de los últimos cuatro años. Los restantes han sido realizados durante los últimos dos años, a los que ha incorporado alguno de una etapa anterior de Viena debido a su temática similar. Se divide en cuatro series.

El árbol de las posibilidades es un cuadro de grandes dimensiones que surgió a raíz de unas conversaciones con unos amigos sobre las elecciones que cada uno había hecho en la vida, lo cual suponía haber dejado otras de lado. Como ella tenía «el sentido del laberinto muy presente en toda su obra, lo veía como un árbol, una forma de ver la vida, donde el tronco es la infancia de donde salen ramas más robustas que son la adolescencia y juventud». «Después, nos dejamos algunas ramas atrás y seguimos el camino de otras, de modo que, con cada decisión que tomamos, nos encontramos más cerca del límite de nuestras posibilidades», explicó.

Además, «el entorno del árbol, cielo y tierra, está formado por un complejo entramado de seres mágicos visibles solo si uno se fija mucho», que son lo que ella llama «condicionamientos culturales y familiares», que afectan a cada decisión tomada, según la artista.

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La segunda serie corresponde a los cuadros realizados en su Retiro de las Islas Feroe en 2019. Era un sitio que quería visitar para «sentir el espacio de allí tan diferente al de Ibiza, todo verde, con solo treinta habitantes, donde en pleno julio se dormía con mantas y se llevaban guantes y bufanda». Pensaba que iba a trabajar en «abstracto», pero allí tuvo «la necesidad de seguir trabajando como solía hacerlo y escuchar las historias que le llegaban e ir anotándolas en un diario».

La tercera serie pertenece al proyecto Mutatis. Son cuadros precursores de esta serie que realizó para el Supermercat de l’Art de Garden Art Gallery, que representaban plantas imaginarias caracterizadas por su verticalidad. Este proyecto artístico, que surge de su preocupación por las evidentes consecuencias del cambio climático, está enfocado al mundo vegetal, ya que «simboliza aquello que está arraigado y que por lo tanto no puede cambiar su ubicación, confinado a desarrollar la resiliencia y la adaptabilidad ante los cambios impuestos por el medio en el que habita», indicó Romanie. Por ello, realiza intervenciones artísticas sobre el paisaje rural pintando pequeñas obras murales.

Y la última serie son cuadros de pequeño formato en los que juega con las manchas abstractas a las que da formas de «bichitos divertidos o monstruitos». Durante estos últimos años, no dispuso de «tanto tiempo seguido para pintar». «Quería obtener resultados más rápidos y el pequeño formato me ha ayudado. Ha sido una forma de sorprenderme, de sacar el espíritu infantil», explicó la pintora.

Por otra parte, también ha convocado el Concurso Literario Romanie 2021, que tiene por objeto su obra expuesta. La artista pretende, a través de los textos presentados a concurso, «recoger las impresiones que sus obras produzcan en los concursantes». Las bases se pueden ver en www.romanie.net/category/news.