Marc Rahola Matutes | Marcelo Sastre

Junto a la puerta de su despacho, Marc Rahola Matutes (Barcelona, 1974) ha colgado dos cuadros sorprendentes en los que, a finales del s. XIX, un pintor plasmó los apellidos de su padre y su madre sin que las familias tuvieran nada que ver. Al otro lado, un plano hecho a mano de parte de la central eléctrica que Abel Matutes Torres levantó en Ibiza en la misma época. Son los únicos elementos clásicos de una zona de trabajo en la que lo abstracto se da la mano con lo pop. Una combinación de estilos que bien puede describir a este joven empresario barcelonés e ibicenco que dirige OD Group con una filosofía sorprendente y, a la vez, cargada de lógica.

Acaba de comprar el 25 % de Concept Group y en febrero abre hotel en Madrid. No parece que la pandemia le haya frenado.

—Parece que no pero, evidentemente, la sufrimos. Cuando intentamos hacer inversiones, tenemos un proceso en el que siempre prevemos que puede haber un escenario no tan optimista y esto nos ha ayudado. Otra cosa es que nunca hubiésemos pensado en una pandemia. Pero esto ha hecho que tengamos una cierta resiliencia en el plan estratégico y que lo podamos cumplir. Por otro lado, nosotros intentamos dar, porque es un tipo de approach distinto, una segunda vida a edificios abandonados u hoteles con una situación complicada. Casa de Madrid era un cine abandonado. Siempre hemos cogido este tipo de edificios para darles una segunda oportunidad. Es la filosofía de este grupo y que comparte Concept.

¿Hay algún sitio al que a usted le hubiera hecho especial ilusión darle esta segunda oportunidad?

—Evidentemente, siempre hay sitios que te encantaría poder darles una segunda oportunidad. Me hubiese gustado ser el propietario del Hotel Montesol. Me hubiese encantado.

¿De qué manera se va a implicar OD Hotels en Concept Group?

—Concept tiene una idea clarísima de operativa, de producto, de comercialización, de sus eventos y de cómo quiere evolucionar. Es muy bueno tener ideas y desarrollarlas pero hay que hacerlas tangibles. Como el esquema de trabajo de Concept es muy parecido al nuestro, aunque el front office lo veas de una manera distinta, lo que es el back se trabaja prácticamente igual. Por lo tanto, lo que es la palanca para poder darle el back office de toda la parte administrativa, estratégica, de expansión y de trabajar y de poder llevar un concepto que tiene un contraste clarísimo porque capta muy bien un público muy fiel y un nicho de mercado muy claro. Se trata de consolidarlo en Ibiza y llevarlo fuera de la isla de la misma manera que lo hemos hecho con los hoteles OD y los Ryans.

Qué otros planes de expansión tiene? Dicen que podría comprar algún hotel en Cala Llonga.

—No, no. Lo que sí es cierto es que en el mercado hay una volatilidad descomunal. Cada semana te ofrecen oportunidades. Nuestro departamento de estudios analiza todas las que nos llegan. Hablamos de cuatro o cinco proyectos mensuales en zonas como Barcelona, Madrid, Palma, Valencia o Ibiza. Esto no quiere decir que vayas a hacerlo todo. Lo analizas, lo comparas y, si se puede realmente adquirir o buscar un contrato de alquiler, miramos alternativas de trabajo.

¿Tiene previsto crecer más en Ibiza?

—No lo descarto. Es nuestra cuna y es natural que te vengan más opciones y puedas crecer aquí. De hecho, hemos cerrado un proyecto para poder hacer un Ryans en 2023 en Sant Antoni. Para nosotros, además, es importante tener claro que una marca se genera con la repetición de estar en distintos sitios y pudiendo estar abierto todo el año. En Ibiza esto no es fácil. Lo hacemos con el Ocean Drive. Pero el hecho de tener otros hoteles en Barcelona o Madrid nos facilita que nuestro equipo de talento tenga una actividad más normalizada durante todo el año.

¿Es posible la desestacionalización?

—Yo soy de la idea de que las cosas se consiguen con pequeños pasos. De la misma manera que tú tienes un mes fabuloso, que es agosto, tienes un enero. Pero tienes un opening y un closing que generan una actividad y un tipo de precios muy similares a agosto. Lo que hay que hacer es consolidar mejor la temporada. Hay que tener en cuenta la realidad de la logística de los aviones y que en esos meses de invierno duros tienes que competir con otros destinos en los que es temporada alta.

La gastronomía ibicenca se ha destapado este 2021 como un factor de atracción en el que nadie confiaba.

—A lo que le da valor la gente es a lo local. Si yo soy de Nueva York, de Londres o de Madrid, tengo comida internacional cada día. Pero tener una gastronomía tan local como el bullit de peix o un arroç de matançes es diferente.

Otro factor relevante de este año ha sido el cierre del ocio nocturno.

—Un destino, para realmente serlo, tiene que tener muchos elementos. Y el ocio nocturno es un factor y un motor clarísimo. No ha habido este ocio aquí ni en el resto de España. No podemos olvidar que hay un turismo que este año hemos tenido, y lo digo con toda la humildad del mundo, prestado. Cuando se abran las fronteras, vamos a ver cómo evoluciona. Uno de los sectores que se recuperará será el ocio nocturno. Y no creo que hayamos descubierto que podemos funcionar sin él. Ha habido otras cosas.

En esta Ibiza más enfocada al lujo, ¿qué servicios cree que serían necesarios?

—Creo que se tiene que cuidar lo que tenemos y con eso va viniendo la calidad. La isla es muy pequeña, tiene cinco municipios y un Consell. La mancomunidad de servicios debería hacerse. Tendríamos más capacidad de presupuesto y de actuación. Aún estamos lejos de los servicios que deberíamos tener y eso es por cómo está montada la fiesta. Necesitamos un sitio que se vea limpio, que se vea bien cuidado. Esto ha de ser así si queremos un proyecto de calidad a largo plazo. Y debería ser así tanto en verano como en invierno.

El cliente más top necesita unos servicios que lo público no tiene por qué ofrecerle y lo privado encuentra dificultades para hacerlo. Esto lo vemos con los VTC, por ejemplo. Todos tenemos claro que Messi no va a coger un taxi.

—Insisto, si hubiesen unos servicios mancomunados, sería mucho más fácil tener una normativa para los VTC. Pero si tienes que las licencias de taxi dependen de cada municipio, esto se complica más cuando entra un elemento nuevo. Es más fácil hablar con un interlocutor para encontrar un acuerdo que hacer de perro del hortelano.

¿Cómo lleva ser competencia de su propia familia?

—No creo que seamos competencia aunque nos dediquemos al mismo sector. El colmado de barrio no le hace la competencia a Mercadona. Yo me veo como el colmado y soy más complementario de un destino y de un nicho. Por volumen, por tamaño, ellos son más importantes. Además, creo que mi familia lo hace fenomenal.

En el colmado se encuentra el producto gourmet.

—Sí, al final yo me dedico a un nicho de mercado pero, siguiendo su analogía, soy más un producto ecológico que gourmet.

¿Qué le parece la venta de Baleària?

—Es un proceso normal. Cuando hoy en día una empresa tiene que competir en lo que es su core business, que es la hostelería, cuando haces desinversiones es para focalizar y fortalecer el compromiso con lo que te da valor y con lo que realmente estás en operativa. Me parece acertadísma la decisión tomada por mi familia.

Sus hoteles se caracterizan por un concepto del lujo que no es habitual y en el que predominan diseño y arte.

—Esto del lujo es una cosa muy extraña. Para mí, es la escasez de las cosas que te puedan generar una emoción. En mi caso, silencio y espacio. No necesito mucho más. Por otro lado, creo que un hotel es una pieza urbanística que ocupa un espacio que tiene que ser utilizado por todo el mundo. No veo el hotel solo para el cliente y creo que las zonas comunes, tal y como yo las interpreto, tienen que estar abiertas. Por eso hago los eventos. Ahora parece que sea una necesidad el turismo experiencial pero nosotros lo hacemos desde 2006. Siempre hemos tenido una preocupación para que las cosas del vecindario pasen en el hotel. Una de las actividades que estamos haciendo y de la que yo estoy muy orgulloso es Paint and Wine. Hacemos en el lobby talleres de pintura con una copa de vino y vienen vecinos y clientes. Hago este tipo de actividades para acabar con el tabú de que un hotel es un sitio al que no puedes entrar porque o te echan o te cobran el doble que en el bar de al lado. ¡Lograr romper esa situación sí que sería un lujo! No puede haber una barrera para el vecindario. El turismo ha sido muy exclusivo y no digo que esté mal. Pero mi opción es que sea inclusivo. Yo soy partidario de lo que llamo la ‘glocalización’, es decir, cuidar lo local y explicarlo globalmente. Es mi manera de entender la hostelería.