Mariana Lukynyuk, Igor Mykolaychuk y Vasyl Danyshenko muestran fotos de Ucrania durante su visita. | Daniel Espinosa

Hay cerca de 200 ucranianos en la isla de Ibiza. Tres de ellos, Mariana Lukynyuk, Igor Mykolaychuk y Vasyl Danyshenko, visitaron la redacción de Periódico de Ibiza y Formentera para charlar sobre el conflicto que vive su país actualmente. Son de Ivano Frankivsk, una provincia alejada de la frontera con Rusia, por lo que, en principio, no temen por sus familiares. Aun así, como dice Mariana, lo que está sucediendo «influye, porque la gente ve las noticias» y, por ejemplo, Igor tiene allí a su hijo y a su madre.

Mariana lamenta que Ucrania lleve ya ocho años en guerra, «aunque no la quieran llamar así», porque ha fallecido ya mucha gente. Culpa de lo que sucede «a la parte rusa», a la que pide que los «dejen en paz», igual que Igor, quien sólo ansía poder «vivir como todo el mundo».

Yendo al inicio de los acontecimientos y a la anexión, por parte de Rusia, el 21 de marzo de 2014, de la península de Crimea, que Mariana califica como «superinjusta», Vasyl recuerda que la presencia de las bases está acordada hasta el año 2030, por lo que cree que los rusos están buscando una alternativa para cuando llegue el momento de abandonarla. Igor añade que «para ellos es una puerta» y que incluso tienen «preparada allí» la bomba atómica por si fuera preciso usarla.

Los tres son claramente pro-ucranianos, aunque Igor matiza que no quiere decir «que los rusos sean malos». De hecho, tienen amigos de allí, pero reconocen que no hablan de política con ellos, porque acabarían con los «corazones rotos», dice Mariana. Piensan que lo ideal sería que dejaran que Ucrania entrara en la OTAN, porque, como asegura Igor, así estarían «más seguros». «Más estabilidad, más tranquilidad, más protección», tercia Mariana. «Más defensa», añade Igor, quien cree que «falta aún tiempo» para que eso sea posible. Mariana anota lo que casi todo el mundo piensa: a Rusia no le interesa que Ucrania entre en la OTAN. «Nos abriría muchas puertas y a ellos se las cerraría», opina, al tiempo que considera que, pese a todo, el país dirigido por Vladimir Putin pretende «demostrar lo poderoso que es». Mientras habla, muestra un gráfico con los conflictos en los que ha entrado la Federación Rusa con países ex soviéticos desde la desaparición de la URSS en 1989. Son 12 hasta hoy en día, el primero en 1991.

¿Hermanos?
«Y eso que éramos hermanos», tercia Vasyl. Mariana reafirma la ironía de su compatriota. Asegura que «la gente se quedó muy decepcionada cuando empezó todo esto, porque durante muchos siglos pensamos que éramos hermanos y, de repente, la cosa dio un vuelco de 180 grados y la gente no entendía qué pasaba». «Era una pesadilla», añade. «¿Qué les hemos hecho?», se pregunta.

Igor menciona la Revolución Naranja, que se desarrolló desde noviembre de 2004 a enero de 2005, cuando el abanderado de dichas protestas (simbolizadas por las banderas naranjas en las calles), Viktor Yuschenko, fue proclamado presidente de Ucrania. Esta revolución, que nació para apartar del poder al prorruso Viktor Yanukovich, no pudo concluir con éxito. En 2010 se produjo un intercambio de roles entre los dos candidatos y ello supuso el final. «Empezó porque Yanukovich sólo miraba a Rusia y la gente allí sólo quería vivir como la gente normal, pero con Rusia eso es imposible», explica Igor. Para él, pese a todo, no se puede considerar como un fracaso. No en vano, Yuschenko fue el presidente que abrió el camino para la integración de Ucrania en la Unión Europea (UE) e hizo «bastante» para que el país fuera más conocido mundialmente.

Igor no tiene miedo por él, pero sí por su familia, aunque vivan lejos de la zona del conflicto. «Mi madre está bastante floja y, si tiene algún susto, puede morir, y mi hijo tiene 22 años y no está preparado para afrontar la vida así», declara. Los tres tienen la esperanza de que finalmente la sangre no llegue al río.

Mariana recuerda la oración del Papa por Ucrania la semana pasada y agradece su ayuda a todos los que se unieron a dicho rezo y a todos los que, en general, «aunque sea mentalmente», los apoyan. Ella también tiene un poco de miedo, pero conserva la esperanza de que finalmente todo llegue a buen puerto hablando y no haya derramamiento de sangre. «Que todo se resuelva bien, porque todos tenemos familia y nuestras casas allí y queremos ver nuestro país bien, no volver y encontrarlo todo destruido», implora.

Insisten en que la cosa no llegará a mayores. Igor dice que «hay que tener fe y no pensar que va a comenzar la III Guerra Mundial». En su opinión, tanto Rusia como la OTAN «están enseñando los dientes» y es todo como «un fuego que se apaga si no le echas más leña, un fuego que no va a prender». Mariana piensa que eso es algo que a nadie conviene, porque ya existen «bastantes problemas». Además, como Igor, considera que Putin «va buscando los puntos débiles de algunos países y tocándolos, para ver hasta dónde puede llegar, pero antes o después se echa atrás». «Y ya llevamos dos años de guerra mundial con el Covid», resuelve, por último, Igor.